Llegamos con las manos vacías y nos iremos
con las manos vacías, de modo que ¿para qué reclamar tanto entre medias? Pero
sabemos, lo que dice el mundo: posee, domina, ten más que los demás. Puede ser dinero o puede ser virtud; no
importa con que clase de moneda comercies: puede ser mundana o espiritual. Pero
debes ser muy listo, porque si no te explotarán. Explota y no te dejes
explotar: ese es el sutil mensaje que te transmiten con la leche de tu madre. Y
todos los colegios y las universidades están basados en la idea de la
competición.
Una verdadera
educación no te enseñará a competir; te enseñará a colaborar. No te enseñará a pelear para
llegar primero. Te enseñará a ser creativo, a ser cariñoso, a ser dichoso sin
compararte con los demás. No te enseñará que solo puedes ser feliz si llegas
primero: es una estupidez. No puedes ser feliz simplemente por ser el primero,
y al intentar ser el primero sufrirás tanto que cuando lo consigas te habrás
acostumbrado al sufrimiento.
Cuando llegues a presidente o primer ministro
de un país habrás sufrido tanto que el sufrimiento será tu segunda naturaleza.
No conoces otra manera de vivir; solo la del sufrimiento. La tensión ha
arraigado en ti; la angustia se ha convertido en tu modo de vida. No conoces
otro modo. Así que aunque seas el primero seguirás angustiado, cauto, con
miedo. Tu aislidad interna no cambiará en absoluto.
Una educación de verdad no te enseñará a ser
el primero. Yo te digo que disfrutes de lo que haces, no por los resultados,
sino por el acto en sí. Al igual que un pintor, un bailarín o un músico…
Puedes pintar de dos maneras: para competir
con otros pintores, porque quieres ser el mejor pintor del mundo, quieres ser
un Picasso o un Van Gogh. Entonces tu pintura será de segunda categoría, porque
a tu mente no le interesa la pintura en sí; le interesa que sea el primer
pintor del mundo, el mejor. No profundizas en el arte de la pintura. No
disfrutas de ella, solo la utilizas como peldaño. Te has metido en un viaje del
ego, y el problema radica en que para ser pintor de verdad tienes que
deshacerte por completo del ego. Para ser pintor de verdad, hay que dejar el ego a un lado. Solo así
podrá fluir por ti la existencia. Solo así podrás utilizar tus manos , tus
dedos y tus pinceles como vehículos. Solo así puede nacer algo de esa magnifica
belleza.
Tú no creas
belleza, sino que se crea a través de ti. La existencia fluye; tú eres solo un
conducto. Tú dejas que ocurra, y nada más; tú no lo obstaculizas, y nada más.
Pero si te interesan demasiado los
resultados, los resultados últimos, que tienes que hacerte famoso, que tienes
que ganar el premio Nobel, que tienes que ser el mejor pintor del mundo, que
tienes que derrotar a los demás pintores que han existido hasta la fecha,
entonces no te interesa la pintura; la pintura es algo secundario. Y,
naturalmente, si tienes un interés secundario por la pintura, no podrás pintar
nada original; todo será normal y corriente. El ego no puede traer nada
extraordinario al mundo; lo extraordinario solo se produce con la ausencia del
ego. Y lo mismo ocurre con el músico, el poeta y el bailarín. Lo mismo ocurre
con todo el mundo.
Dice Krisna en el Bhagavad-Gita: “No pienses en absoluto el resultado”.
Es un mensaje de belleza, trascendencia y verdad prodigiosas. No pienses en los
resultados. Haz lo que estés haciendo
con todo tu ser. Piérdete en ello, pierde al hacedor en el hacer. No
“seas”; deja que tus energías creativas fluyan sin obstáculos. Por eso le dijo
a Arjuna: “no huyas de la guerra…porque veo que esa huida no es sino un viaje
del ego. Tu forma de hablar demuestra que estás calculando. Que estás pensando
que huyendo de la guerra llegarás a ser un gran santo. En lugar de someterte al
todo, te estás tomando a ti mismo demasiado en serio, como si al pensar que tú
no estás en ella no habrá guerra”.
Krisna le dice a Arjuna: ‘debes encontrarte
en un estado de dejarte llevar. Dile a la existencia: “Utilízame como quieras.
Estoy a tu disposición, incondicionalmente a tu disposición”. Entonces, pase lo
que pase a través de ti será completamente auténtico. Tendrá intensidad, tendrá
profundidad. Tendrá el efecto de lo eterno”
Jesucristo dice: “recuerda que los primeros
en este mundo serán los últimos en el reino de los cielos, y que los últimos
serán los primeros”. Os ha dado la ley fundamental, os ha dado la ley eterna,
inagotable: no intentes ser el primero. Pero recuerda una cosa, que puede
suceder, porque la mente es tan astuta que puede deformar de verdad. Puedes
empezar a intentar ser el último, pero entonces resulta que no has entendido
nada. Entonces empieza otra competición: “Tengo que ser el último”, y si
alguien dice: “Yo soy el último”, vuelve a comenzar la lucha, el conflicto.
Conozco una parábola sufí:
Un día, Nadirsha,
un gran emperador, estaba rezando. Eran las primeras horas de la mañana; aún no
había salido el sol y estaba oscuro. Nadirsha estaba a punto de iniciar otra
conquista, de otro país, y naturalmente, quería que dios lo bendijera para su
victoria. Le decía a Dios: “Yo no soy nadie, solo un siervo, un siervo de tus
siervos. Dame tu bendición. Voy a trabajar por ti; esta victoria es tuya. Pero
recuerda que yo no soy nadie. Solo soy un siervo de tus siervos”.
A su lado había un
sacerdote, ayudándolo en sus rezos, actuando como mediador entre dios y él. Y
de pronto oyeron otra voz en la oscuridad. También estaba rezando un mendigo de
la ciudad, que le decía a Dios: “Yo no soy nadie. Solo un siervo de tus
siervos”.
El rey dijo:
“¡Habrase visto
ese mendigo! Le está diciendo a Dios que no es nadie. ¡Basta de tonterías!
¿Quién eres tú para decir que no eres nadie? Yo soy nadie, y nadie más puede
asegurar eso. Yo soy el siervo de los siervos de Dios. ¿Quién eres tú para
decir que tú eres el siervo de los siervos?”
Lo comprendéis? La competición sigue ahí, la
misma competición, la misma estupidez. Nada ha cambiado. El mismo cálculo: “Tengo
que ser el último. No puedo consentir que nadie sea el último” la mente puede
seguir jugando a estos juegos si no comprendes las cosas, si no eres muy
inteligente.
Jamás intentes ser feliz a expensas de la
felicidad del otro. Eso es feo, inhumano. Es violencia en el verdadero sentido
de la palabra. Si piensas que vas a ser santo por condenar a los demás por
pecadores, tu santidad no es sino un nuevo viaje al ego. Si te consideras puro
por estar intentando demostrar que los demás son impuros… eso es lo que
vuestros santos hacen sin cesar. No para de alardear de su santidad, de su
pureza. Ve a ver a vuestros llamados santos y míralos a los ojos. ¡Cómo te
censuran! Dicen que estáis todos condenados al infierno; condenan a todos.
Escucha sus sermones; todos sus sermones son de condena. Y por supuesto
escuchas en silencio su condena porque sabes que has cometido muchos errores en
tu vida, que tienes muchas faltas. Y lo han condenado todo, de modo que es
imposible que pienses que puedes ser bueno. Te gusta la comida: eres un
pecador. No te levantas temprano por las mañanas: eres un pecador. No te
acuestas temprano por la noche: eres un pecador. Lo han puesto todo de tal
manera que resulta difícil no ser pecador.
Si, ellos no son pecadores. Ellos se acuestan
temprano y se levantan temprano por la mañana. ¡Cómo no tienen nada más que
hacer…! Nunca cometen errores porque nunca
hacen nada. Se limitan a estar sentados, poco menos que muertos. Pero
claro, si haces algo, ¿cómo vas a ser santo? De ahí que el santo lleve siglos
renunciando al mundo y escapando del mundo, porque estar en el mundo y ser
santo es algo imposible.
En mi opinión, a menos que estés en el mundo
tu santidad no tiene ningún valor. Has de estar en el mundo y ser santo. Hay
que definir la santidad de una forma completamente distinta. No vivir a costa
de los placeres de otros: eso es la santidad. No destruir la felicidad de otros,
ayudar a otros a ser felices: eso es la
santidad.
Crea el clima en el que todos puedan sentir
un poco de alegría…
*Extraído de Alegría: La felicidad que surge
del interior
Páginas: 37
a 41
Autor: Osho (Bhagwan Shree Rajneesh)
Editorial Grijalbo, Argentina, 2005
Excelente la reflexión, para la próxima sería de los huesos secos.
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