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La investigación sobre la situación de la mujer en los tiempos prehispánicos es bastante escasa. Esto ha ocurrido en parte porque tanto en las crónicas como en los primeros estudios sobre los incas no se mencionaba de manera especial la participación femenina… nos valdremos de los hallazgos de la arqueología, que constituye una valiosa fuente para identificar en los entierros el uso de las categorías femeninas, así como para descifrar su significado en las sociedades pasadas.

Las culturas andinas tuvieron un desarrollo propio y singular… se vieron obligados a buscar… soluciones a sus múltiples problemas… dificultades inherentes a un territorio atormentado, con extensos desiertos costeños, quebradas serranas abruptas e infinitas, punas heladas y selvas enmarañadas e inhóspitas, comprendemos la inmensa tarea que significó alcanzar un importante desarrollo cultural.

Esta situación fomentó el rasgo sobresaliente del sistema organizado indígena, basado en la reciprocidad, la redistribución, la minka o ayuda mutua, el aini y la necesidad del hombre de pertenecer a una familia extendida. De acuerdo con los patrones andinos lo peor que le podía suceder a una persona era no integrarse a un grupo, concepto muy ajeno al individualismo moderno.

Las circunstancias señaladas influyeron en el pasado andino, creando situaciones y desarrollos originales y diferentes a los de otras latitudes. De ahí que tratar de comprender la cultura andina con categorías provenientes de la mentalidad occidental pueda llevar a errores de interpretación. Este error fue frecuente en la mayoría de los cronistas de los siglos XVI y XVII, que proyectaron su visión del mundo en sus relatos, dando por hecho la existencia en estas tierras de ideas y costumbres europeas.

De cualquier manera, hay que reconocer que a pesar de estas deficiencias los cronistas son una consulta obligada. Sin embargo, si queremos profundizar en la historia andina debemos a recurrir a los documentos de archivos dejados por la administración española. Especial importancia tienen los testimonios sobre la extirpación de idolatrías indígenas realizadas en el siglo XVII, campaña que resultó muy dolorosa para los naturales. Estos testimonios permiten al investigador, a través del estudio de los mitos, ahondar en el pensamiento y la lógica andinas.

Ahora bien, en los mitos se distinguen dos tipos de divinidades: las masculinas, relacionadas sobre todo con los fenómenos naturales, como avalanchas, movimientos sísmicos, tormentas, rayos y sucesos que había que controlar a través de sacrificios y ofrendas; y las divinidades femeninas, que cubrían las necesidades vitales del género humano ofreciendo a sus fieles lo necesario para subsistir. Entre éstas, las diosas más destacadas eran: Pachamama, la tierra fecunda; Mama Cocha, el mar; Urpay Huachac, la diosa de los peces y aves marinas; y Mama Raiguana, de la región central, quien repartió a los serranos y a los costeños plantas alimenticias de acuerdo a sus respectivos medio ambientes. De menor categoría eran las conopa, que personificaban las diversas plantas cultivadas bajo el nombre de mama (madre), y que existían para el maíz, la papa, la coca, etc. (Arriaga 1968).



Entre los incas, uno de los temas más saltantes es la presencia de dos arquetipos femeninos: por un lado, la mujer hogareña ocupada en las tareas de la casa, la crianza de los hijos, el cumplimiento de las faenas agrícolas y textiles; y por el otro lado, la tradición de la mujer guerrera, libre y osada, que ejercía el mando de los ejércitos y el poder. Estos dos ejemplos de mujeres están representados por Mama Ocllo y Mama Huaco, ambas compañeras de Manco Capac a su arribo al Cusco; si bien Ocllo era la mujer sumisa y subordinada, Huaco, por el contrario, mostraba una situación diametralmente opuesta. Es significativo que estos dos arquetipos femeninos estuviesen presentes en el mito de origen de los incas, es decir en el relato de los hermanos Ayar. Creemos que su papel en el mito era una forma de manifestar la relación no solo entre los dioses y héroes fundadores, sino también entre los géneros.

La versión más difundida del mito señala a Manco Capac como el portador de una vara de oro, que al ser arrojada debía hundirse en la tierra e indicar el lugar escogido para asentarse definitivamente. Sin embargo, el relato del cronista Sarmiento de Gamboa (1943) menciona a Mama Huaco como la persona encargada de cumplir dicha misión, es decir ser  la portadora de la vara fundacional, símbolo de un mandato divino, capaz de penetrar la tierra. En este relato, Mama Huaco es representada por una imagen femenina con atributos fálicos, además de ser mencionada como capitana de su propio ejército y como uno de los cuatro jefes militares que tomaron posesión del futuro cusco…

En una tumba situada en Karwa (Carhua), a unos ocho kilómetros de Paracas Necrópolis, lugar saqueado por buscadores de tesoros, se hallaron más de doscientos fragmentos textiles. Estas telas recuperadas corresponden a la tradición Chavín de Huantar, no a la de Paracas. El hecho demostró la difusión de las representaciones del Horizonte Temprano a una considerable distancia del santuario de Chavín (Burger 1993). Varios temas iconográficos de Karwa no se encuentran en las esculturas de Chavín pero sí en Pacopampa, esculpidas en piedra. La variante de Karwa representa a una “Deidad de la Varas” pero con senos representando ojos y una vagina con dientes y colmillos entrecruzados (Lyon 1978). Es interesante constatar que en un temprano desarrollo cultural en los Andes la “Divinidad masculina de las Varas” tuviese su contraparte femenina, sosteniendo también en sus manos las insignias del poder además de su castrante vagina dentada. Sin embargo, constatamos que esta representación femenina temible y fuerte irá con el tiempo perdiendo sus atributos.


Representación de Personaje Femenino con cetros de serpientes. Tiene una enorme boca doble, una en cada perfil, con grandes colmillos en el área genital. De allí salen dos serpientes. La serpiente izquierda que sale de la cabeza es más gruesa. "Iconografía del Pensamiento Andino"- Cristóbal Campana


                                                                                                                                 

No fue Mama Huaco la única mujer guerrera en la narrativa indígena. Sarmiento de Gamboa (1943, Cap.27) y Santa Cruz Pachacuti (1928:179) cuentan las decisivas guerras sostenidas por los incas contra los chancas por la supremacía del territorio, luchas que habían de resolver el futuro del mundo andino. En un barrio del Cusco llamado Chocos Cachona, una mujer curaca se enfrentó valientemente contra los agresores chancas y logró en su barrio la retirada de los enemigos. Ella se llamaba Chañan Cury Coca, y si bien los episodios de la guerra entre chancas e incas tienen más de una nota mítica no por eso los linajes mencionados fueron legendarios pues realmente estaban presentes en los contornos del Cusco virreinal, tal el caso de los ayllus de Chochos y Cachona nombrados en la leyenda.

Numerosas son las referencias en los documentos de archivos sobre la existencia de mujeres jefas de sus señoríos que ejercían directamente el poder. El hecho indica que el privilegio del mando y de la autoridad no fue exclusivo del varón. En varias regiones hallamos estos casos, costumbre que se mantuvo hasta el inicio de la República, con la diferencia de que durante el Virreinato el mando efectivo lo desempeñaba el marido.

Capullana de Piura


Una mención especial merecen las llamadas capullanas de la región de Piura, en el norte del antiguo Perú. Existían desde tiempos preincas, y se trataba de mujeres, señoras y jefas de sus curacazgos. La voz no proviene como creíamos en un principio de la prenda española llamada “capuz”, similar a la usada por aquellas señoras. En el idioma hablado en Catacaos, se decía al hijo varón icuchin y a la hija icuchin capuc o sea que capuc debía indicar el género, mientras los sufijos lla y na eran, a no dudarlo, sufijos añadidos a la raíz que indicaban el rango y el género (según la estructura de los idiomas aglutinantes; Martínez Compañón 1985, II). Las capullanas no solamente ejercían el poder sino que podían desechar a un marido y casarse con otro. Murúa (1946, 1962) cuenta haber visto a uno de aquellos maridos abandonados quejarse amargamente de su desgracia. Durante el Virreinato continuó la existencia de las capullanas pero, al igual que las curacas femeninas, eran los maridos quienes gobernaban por ellas.

 

María Rostworowski, investigadora e historiadora peruana.

 

*Extraído de  Obras Completas de María Rostworowski- Volumen VI

Ensayos de la Historia Andina II

Pampas de Nasca, género, hechicería

Autora: María Rostworowski

Páginas: 51- 58

Editorial: IEP Instituto de Estudios Peruanos

*Fotografías: Difusión

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