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El inconsciente adorna sus manifestaciones, las dramatiza, atribuyéndolas a alguien o a alguna cosa. Una de las prosopopeyas (o dramatizaciones) más frecuentes es la reencarnación. Y además  de invocar la reencarnación como si fuese la explicación de ciertos fenómenos, los reencarnacionistas presentan otros falsos argumentos de orden teórico.

En realidad, si bien estudiados, ninguno de los argumentos teóricos y fenomenológicos presentados en defensa de la reencarnación tienen valor científico.

La reencarnación no fue revelada desde ultratumba. En primer lugar, porque, como ya vimos, no hay comunicación de los muertos con los vivos. Se trata de manifestaciones del inconsciente y como tales, hasta se dejan influir por el ambiente. Así las “revelaciones” a los espiritistas latinos y a los teoósofos, etc. hablan de reencarnación, pero si “los espíritus de los muertos” (en realidad el inconsciente) se manifiestan a los espiritistas anglosajones, es frecuente que ataquen o ridiculicen la reencarnación. Los espiritistas no reencarnacionistas son llamados davinianos, por ser el antirrencarnacionista David el principal teórico del espiritismo no latino, seguido por millares de espiritistas. Daniel Douglas Home, el más famoso médium espiritista de todos los tiempos, recibió comunicaciones de “ultratumba” (¿?) ridiculizando al máximo la teoría de la reencarnación. Y si los “espíritus de los muertos” se aparecen a una monja hablan del Purgatorio, del Cielo, piden Misa, Comunión y Rosario. Y cuando se manifiestan a los ocultistas le hablan del mundo astral; y a los antiguos griegos y romanos les hablaron el mundo de la sombra, de la barca de Aqueronte y del Cancerbero, etc.; no es de ultratumba que vino la doctrina de la reencarnación.

Mucho menos fue revelada por Cristo o en la Biblia, como se pregona en los libros de los reencarnacionistas. Citan por ejemplo el evangelio de San Juan, capítulo 3°, versículo 3°, cuando Cristo dijo a Nicodemus: “En verdad, en verdad te digo: nadie, si no nace de nuevo, puede ver el reino de Dios”. Pero en la misma ocasión, cuando sorprendido Nicodemus preguntó cómo alguien podía volver al seno de su madre, Cristo bien claramente  explicó que sus palabras no deberían ser entendidas en ningún sentido reencarnacionista, sino en el orden sobrenatural, en el renacimiento a la vida de la gracia por el Bautismo: “Nadie que no nazca por el agua y por el Espíritu, podrá entrar en el reino de Dios”. Cristo hablaba del Sacramento del Bautismo que San Pablo habrá de llamar más tarde el Sacramento de la Regeneración; nada de reencarnación.

Citan también a San Juan Bautista como si fuese la reencarnación de Elías… En realidad Elías, en el concepto de los judíos, todavía no había muerto: difícilmente podría reencarnar si todavía no había desencarnado.

Las frases biblícas en que se anuncia a San Juan Bautista como precursor de Cristo: “en el espíritu y en el poder de Elías” (Lc. I, 17) no tienen ningún sentido reencarnacionista, quieren decir que San Juan precedería al Mesías con el coraje y las virtudes del antiguo profeta. Además, el propio Bautista, preguntando si él era Elías que había vuelto, expresamente respondió: “no soy”… (Jn. I. 21).

Toda la doctrina de Cristo sobre la transcendencia eterna de esta vida, sobre los Sacramentos, la Gracia, la Redención, etc., contradice la teoría reencarnacionista. Al ladrón crucificado con Cristo (¡cuántas reencarnaciones esperarían a un ladrón, según la teoría reencarnacionista!), Él dijo: “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc. XXIII, 43). La doctrina de Cristo la resume claramente su apóstol cuando escribe: “Está determinado que los hombres mueran una sola vez y después de eso el Juicio” (Hb. IX, 27).

El “argumento” de las desigualdades humanas, lo refuta la propia médium espiritista Anatole Barthe: “¿Qué? ¿Es para resolver el problema de las desigualdades que los espíritus (para los latinos) enseñan la reencarnación? ¿No saben que no hay dos seres, dos cosas completamente iguales en la naturaleza, y que no se pueden encontrar ni en el espacio inmenso ni a lo largo del tiempo? ¿No es precisamente de la diversidad de donde nace la armonía del universo?”

Hay personas que nacen deformadas, o enfermas, o deficientes física o intelectualmente… ¿Acaso no hay fallas de la naturaleza también en los animales y las plantas? Aquel árbol retorcido, inclinado, con ramas secas; la ovejita que nació con dos cabezas y murió  poco después, etc., todo eso ¿es también por causa de la reencarnación?



Y en general el problema del dolor. ¿Sería castigo de inmoralidades de vidas anteriores? ¡Qué absurdo! Los héroes, los mártires, las víctimas inocentes de la crueldad humana, los apóstoles, la Santísima Virgen al pie de la Cruz, el propio Cristo, serían hasta dignos de desprecio, serían los seres más despreciables porque, siendo los que más sufrieron, esto estaría indicando las peores  y más inmorales existencias anteriores… ¡Qué absurda inversión de valores! Es con esa absurda teoría que quieren substituir la sublime doctrina cristiana sobre el dolor.

Citar casos de personas que “se acuerdan” de vidas anteriores… Es hasta humillante que la ciencia tenga que perder tiempo con estos “argumentos”; cuando no se trate de meras fantasías, todavía habría que demostrar que no se trata, en último análisis, ni siquiera de retrocogniciones (conocimiento psi-gámmico del pasado).

Presentar “recuerdos” de vidas anteriores, como prueba de la reencarnación, supone muy poca lógica. Ni siquiera podrían demostrar que se están refiriendo a acontecimientos del pasado (cuanto menos haber sido vividos por esa misma persona). Porque una de dos: o de aquellos acontecimientos pasados quedan vestigios, o no quedan.

Si quedan algunos vestigios (efectos, restos arqueológicos, libros que hablan de aquello, contemporáneos, testigos, etc.), antes de pensar en recuerdos reencarnacionistas, conocimientos traídos de vidas anteriores (hipótesis tan contra la experiencia general), habría que excluir incluso la explicación parapsicológica, como el conocimiento parapsicológico de aquellos vestigios por clarividencia, por telepatía, o directamente del pasado por el conocimiento “psi-gamma” de retrocognición… Esta explicación será siempre más lógica, fundamentada en experiencias relativamente comunes.

Y si no queda vestigio ninguno, cualquier caso que cite “recuerdos” de vidas anteriores no vale absolutamente nada en ciencia: por el mismo hecho de no haber vestigios de aquellos acontecimientos, las afirmaciones son absolutamente incomprobables, podrían ser meras invenciones del inconsciente.

En fin, acumular casos de prosopopeya o dramatización de tipo reencarnacionista ¿de qué vale si no para probar la absoluta falta de metodología científica de los autores de tales antologías? ¡Qué voluminosas colecciones de casos podrían hacer con prosopopeyas de tipo de inspiración de musas, de tipo de posesiones  demoníacas, etc.! Aquellas colecciones no prueban la reencarnación como no prueban ninguna otra realidad: son solamente dramatizaciones del inconsciente, muy variadas según las diversas épocas y civilizaciones. El científico debe explicar esa prosopopeyas, no simplemente aceptarlas como correspondiendo a una realidad objetiva por el simple hecho de ser muy numerosas.




Así podríamos seguir. La parapsicología teórica ha comprobado que son anticientíficos y absurdos todos los “argumentos” presentados en defensa de la reencarnación, además de los muchos argumentos que se podrían citar en contra de la reencarnación. La teoría de la reencarnación es pura superstición.

 


** Extraído del libro: 

"Qué es la parapsicología"

Autor: Oscar G. Quevedo                            

Páginas: 117 - 120

Editorial: Columba. Buenos Aires, Argentina

* Imágenes: Difusión

 

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