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Estamos en el último año del bicentenario de la independencia del Perú y creemos que, a los peruanos, nos debe tocar hacer un sincero y sesudo examen de conciencia para determinar que tan bien, o mal, la hemos hecho en este tiempo histórico.

¿Qué hubo de la heredad étnica pre Inca, e Inca? ¿De qué manera hemos correspondido al esfuerzo y sacrificio de los precursores, próceres y libertadores de nuestra patria? ¿Cómo saldar la deuda contraída con nuestros héroes. Con aquellos que ofrendaron su vida por defender la Nación? y ¿Cuánto estamos dando para conquistar y hacer crecer este inmenso y rico territorio llamado Perú?




El tránsito de la sociedad peruana, para llegar a ser republicana, se dio por rutas no sabidas. La prehistoria tiene espacios aún no develados. El Paijanense; Caral; Tiahuanaco; Paracas; y Chimú, entre otras, han dado luces, a investigadores sobre un pasado misterioso y mágico. Los arqueólogos han concebido, sobre una diversidad de hallazgos, el desarrollo de las civilizaciones en el Perú.

Pero es el encuentro entre dos culturas, la imperial de los Incas y la venida de España con los conquistadores, la generadora de una sustancial transformación social en esta tierra sudamericana.

El Imperio Inca, con su Dios Inti, extendido sobre los territorios de lo que hoy es Bolivia, Chile y Ecuador. Con sus extraordinarias construcciones que son un desafío eterno a la arquitectura e ingeniería de todos los tiempos. Que tiene en Machu Picchu la expresión de la grandeza de los hijos del sol y que es considerada una de las 7 maravillas del mundo; fue sometida por España.     

El credo de la raza dominante marcó el inicio de una Era nueva. Con la conquista llegó la esclavitud y todos sus horrores. Siglos de opresión, de degradación, de la raza humana. Se atentó contra la libertad e igualdad de los seres y dejó profunda huella en nuestro pueblo  que, al parecer, ni la gesta independentista  logró borrar.




Los avances industriales y culturales que llegaron del viejo continente bien pudieron haber sido más significativos y justos, sin el sojuzgamiento y liquidación de la cultura Inca.  

Con el advenimiento de la República llegó también una prueba de fuego para la variopinta sociedad nacional. En el entendido de que la clase rica dominante, ligada al poder militar, se encargó de mantener los lastres de la esclavitud e ignorancia.

Seleccionando los periodos de las era republicana se podría establecer de que fueron los gobiernos, postreros a la etapa libertaria, quienes impidieron que el Cóndor peruano alzara vuelo.

Caudillos militares y civiles coparon los gobiernos en estos 200 años. Casi la mitad fueron gobiernos de facto. La democracia, el otro 50 %, tampoco fue solución como gestión. La suerte de nuestro Perú, con las honrosas excepciones, estuvo en manos de tahúres de la política.

La realidad histórica, aunque duela aceptarla, demuestra que como pueblo y ante los gobiernos fuimos, casi siempre, complacientes e impávidos  espectadores.


Imagen, Cortesía: lamula.pe

 

Dejamos hacer y deshacer. Por eso, nadie se espantó cuando Bolívar decidió que Guayaquil, siendo territorio peruano, pasara a integrar la Gran Colombia.         

Pero la historia más infamante se dio con la Guerra del Pacífico. El poderío militar, alcanzado en el gobierno del mariscal Ramón Castilla, fue degradado por las guerras fratricidas, entre quienes pugnaban por ocupar palacio de gobierno. También saquearon el tesoro público. Por eso Chile inventó “su Guerra”.

Y cuando los combates eran más intensos, ocurrió la muerte de los soldados más heroicos; en Angamos y el Morro de Arica. Mientras en Lima, oh miseria inaudita, seguían peleándose por el gobierno.   




El enfrentamiento de peruanos contra peruanos, gestó el más grande de los fracasos nacionales. La invasión y los vejámenes fueron la cruel antesala de la pérdida de Tarapacá y Arica. Y, como pérfida ironía, dejamos sin patria a nuestros héroes, entre ellos, Alfonso Ugarte y también al propio expresidente Castilla.

“Hoy es una verdad histórica, comprobada con documentos oficiales de Chile y por sus mismos publicistas, que la verdadera causa de la guerra por esta nación (Chile) al Perú y Bolivia en 1879 era la ambición de ensanchar su territorio a costa de estos; los guanos de la costa y las salitreras de Atacama y Tarapacá, embargaban pues la codicia del gobierno y del pueblo chileno” señala el historiador Mariano F. Paz Soldán.

Por momentos nos parece que estuviéramos escribiendo sobre la cara oculta de la Luna. Pero debemos asirnos, otra vez, a la vieja sentencia; “pueblo que no conoce su verdadera historia, está condenado a cometer los mismos errores”. 

Este dilema nos hace preguntar: ¿De qué manera los gobiernos han influido en la evolución de la sociedad peruana?

Desde la proclamación de la independencia, hasta la fecha, el Perú registra 62 gobernantes de la Nación. Sin embargo, esta cifra corresponde a 129 mandatos, según registro de la biblioteca “César Vallejo” del Congreso de la República.  Estas cifras, relativamente altas, tuvieron un común denominador; los gobernantes actuaron de espaldas a los intereses del pueblo.




Un intento reformista, de las Fuerzas Armadas, en el siglo pasado, cayó, lamentablemente, en saco roto. Se intentó una revolución de mutuo propio. No participó el pueblo, porque no estaba educado, ni preparado para unirse a un cambio tan trascendental. Y además porque por decretos leyes no se pueden crear empresarios y transformar un país.

Las últimas décadas de gobierno solo han servido para dar paso a la peor clase política nacional. Gobernantes presos o denunciados por corrupción. Y lo peor sin las  reformas en los poderes del estado. Es decir se mantiene una oferta partidaria que está cuestionada  y que no es garantía del cambio, despertar y resurgimiento del Perú.

En una entrevista del entrañable Mario Campos (Diego Mariscal) el genial humorista Luis Felipe Angell Sofocleto, apagando su sonrisa, le dijo: El Perú no ha pegado un salto todavía. Tenemos un trauma muy serio. En el Perú no ha habido un ajuste histórico social grande como el que se produjo en México, en Venezuela, en Argentina, en Chile. No ha habido un remezón, un gran terremoto social que es lo que nivela a un pueblo, lo pone al día”.




epesquerre@gmail.com

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