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*Mahatma (Mohandas Karamchand) Gandhi (1869- 1948), líder político y espiritual indio, nació en Gujarat, al oeste de la India. Ejerció como abogado en Londres antes de viajar a Suráfrica, donde se inició en la política activa, como abanderado de la causa de los derechos civiles de los indios allí establecidos. 

Su método de protesta favorito era la desobediencia civil no violenta. Utilizaría de nuevo este recurso, conocido en la India como satyagraha, como líder del Congreso Nacional Indio. De vuelta a su país de origen puso en marcha una primera campaña de resistencia pasiva (Non- Co-operation-cum-Khilafat) que se desarrollaría desde 1920 a 1922. 

Más tarde, él y sus seguidores se embarcaron en el Movimiento de Desobediencia Civil (1930 -1934). Se oponía a empobrecimiento rural, a la “cartelización” de la industria textil impuesta por el imperio británico, que discriminaba a la India, y al sistema de castas. 

En 1942 Gandhi propició otro movimiento pacífico a favor de la descolonización (Quit India), por lo que fue detenido junto con otros líderes del Congreso. A finales de la II Guerra Mundial renovó su demanda de independencia. El ascenso del nacionalismo musulmán obligó a los británicos a la partición del país. 

Gandhi fue asesinado en 1948 por un fanático hindú que creía que no había hecho lo suficiente por oponerse a la división de la India.


*Henry Noel Brailsford (1873- 1958), hijo de un clérigo, fue educado en la Universidad de Glasgow y, durante un breve periodo, ejerció allí como profesor auxiliar de Lógica antes de unirse a la Legión Extranjera griega para participar en la guerra de Turquía en 1897. Su influyente obra The war of Steel and Gold ofrecía un análisis a nivel internacional, desde el punto de vista socialista, de la rivalidad imperialista que propició la I Guerra Mundial. Brailsford trabajó como redactor de editoriales y artículos de fondo en una serie de periódicos: The Manchester Guardian, Tribune, The Daily News y The Nation. De 1922 a 1926 fue director de The New Leader. Brailsford había entrevistado ya a Gandhi en octubre de 1931 para Young India. También escribió varios libros de tema político, entre ellos Rebel India (1932) y Subject India (1942).


* Mahatma Gandhi, Entrevistado por H. N. Brailsford (Harijan, 14 de abril de 1946)…


La última vez que visité Poona, Gandhi se encontraba allí como prisionero y no me fue permitido visitarle. Posteriormente, la ciudad, abatida e iracunda, se vio envuelta en una huelga general. Hoy celebra el carnaval de primavera con espíritu alegre.


Gandhi también se sentía feliz cuando nos encontramos. El discurso de Mr. Attlee sobre la cuestión india acababa de abrir las puertas a la independencia. Tenía buen aspecto y aparentaba muchos menos años de los que en realidad tenía… Sus modales nunca fueron solemnes y a menudo se relajaba con una risita bienhumorada. De algún modo, que no resulta fácil definir, daba la impresión de que aquel hombre hablaba en nombre de la India. Me advirtió, no obstante, que sólo hablaría en su nombre, no en el del Congreso. Nuestra conversación se inició en torno al reconocimiento por parte del primer ministro de que la India tenía derecho a optar a la independencia. Para Gandhi eran bienvenidas no sólo sus palabras, sino también el tono general del discurso.

--Sin embargo, no puedo olvidar que la historia de las relaciones entre Gran Bretaña y la India es una tragedia repleta de promesas incumplidas y esperanzas defraudadas. Debemos mantener la mente abierta. Aquel que busca realmente la verdad nunca debe dar por supuesto que las opiniones de su contrario son indignas de confianza. Así pues, estoy esperanzado y doy por hecho que todo indio responsable sentirá lo mismo que yo. Creo que esta vez los británicos hablan en serio. El problema es que la oferta ha llegado repentinamente. ¿Se verá empujada la India a la independencia? Hoy me siento como un pasajero que, izado a bordo de un barco en un sillón de mimbre en medio de una tormenta no acaba de recuperar el equilibrio. Debería haber existido cierto grado de preparación psicológica, pero aún estamos a tiempo. La marea del resentimiento ha alcanzado cotas muy elevadas y eso no es bueno para el espíritu. Los últimos dos meses deberían haber estado llenos de gestos generosos. Nos encontramos ante un hito decisivo no sólo en la historia de la India y de Gran Bretaña, sino también en la del mundo.

El sentido del mensaje de Gandhi estaba claro. El Gobierno británico había hecho lo correcto, pero en su modo de proceder había faltado un toque de grandeza. Cuando le pedí que me ofreciera ejemplos concretos, mencionó dos. El primero, que la liberación de los prisioneros políticos había sido gradual y aún no había llegado a término. Añadió:

--No representan ningún peligro. ¿Acaso iban a oponerse ellos a la anunciada independencia? Una amnistía general habría producido una magnífica respuesta por parte del pueblo. Cuando uno se dispone a traspasar el poder ha de hacerlo con audacia.

A continuación pasó a hablar del impuesto sobre la sal.                   

--Su abolición sería un gesto muy apreciado por los campesinos más pobres. Para ellos podría representar más que la misma independencia. En este clima, la sal es una necesidad vital, tanto como lo son el aire o el agua. El campesino la necesita para él, para su ganado y para su tierra. El monopolio desaparecerá en el instante mismo en que consigamos la independencia. Así pues, ¿por qué no abolirlo ya? Con actos así, el Gobierno podía haber creado entre las masas la sensación de que comenzaba una nueva era.

Le recordé a Gandhi que muchos ingleses no alcanzan a comprender por qué los indios prefieren la independencia al status de Dominio de la Comunidad Británica de Naciones. Su respuesta fue sorprendente.

--Hubo una época en la que yo me inclinaba por esa fórmula, y de hecho la prefería a la independencia. Esa fue mi actitud durante la I Guerra Mundial. En mi correspondencia con lord Chelmsford, gobernador de la colonia de aquel entonces, incluso empleaba una expresión que muchas veces ha sido utilizada en contra mía. Deseaba infundir en el corazón de los indios la misma lealtad a la corona británica que pudiera existir en el de un inglés. Fue un futbolista inglés quien me convirtió a la causa del independentismo.

Gandhi explicó entre risas que se refería a C.F. Andrews, que había sido un atleta notable en la Universidad de Cambridge, además de rector de la misma. Gandhi añadió:

--Andrews me hizo entender el significado del título de rey-emperador. El rey británico es también rey en sus dominios, pero es emperador de la India. Sólo la India constituye el Imperio. Los dominios británicos están poblados por los primos de usted, pero nosotros los indios que tenemos una tradición y una cultura diferentes, nunca formaremos parte de la familia británica. Sólo podremos pertenecer a una familia de naciones a nivel mundial, pero antes tendremos que dejar de ser una nación desvalida. Así que me propongo conquistar la independencia. Puede usted plantearme la objeción de que al hacerlo renuncio a la protección del ejército y la marina británicos. Si fuera realmente una nación no violenta, la India no los necesitaría. Si, al amor de la libertad, se muestra capaz de vivir con arreglo a ese credo, no habrá poder en la tierra capaz de hacerle daño. Esa sería la mayor y más gloriosa hazaña de la India y su gran contribución al progreso mundial.

“Si los ingleses fuesen capaces de comprender esto, plantearían su ofrecimiento de la independencia en términos diferentes. Hoy por hoy, siguen insistiendo en que el status  de Dominio es el mejor regalo que pueden ofrecernos, pero que si los indios optásemos por la independencia nos la concederían. No, esa actitud es equivocada. Me gustaría oír decir a los ingleses: ‘Por el bien del mundo, por el vuestro y por el nuestro propio, disfrutaréis hoy mismo de la independencia, del mismo modo que nosotros disfrutamos de la nuestra…”

Le pedí a Gandhi que se enfrentase a los temores de sus lectores ingleses y les aclarase de qué modo la independencia india representaría una contribución a la seguridad británica e internacional. Respondió que los británicos no teníamos por qué tenerle miedo a una India independiente. Si los británicos abandonaban el país como amigos, la India por su parte mantendría siempre una actitud de amistad hacia nosotros. Yo comenté que posiblemente Gran Bretaña tuviera esperanzas de lograr alguna garantía de esa amistad. ¿Estaría dispuesta la India a consolidar una alianza con Gran Bretaña tras su independencia? La respuesta de Gandhi fue inmediata:

--Supongamos que la respuesta fuese negativa, ¿dependería el reconocimiento de nuestra independencia por parte de Gran Bretaña de que aceptásemos formar parte de esa alianza? En tal caso, su oferta perdería valor y grandeza. La actitud correcta a adoptar es admitir como justas las reclamaciones indias, aun en el caso de que nos mostrásemos desagradecidos y les pagásemos con su misma moneda. Los británicos no se mostraron así de calculadores en los acuerdos alcanzados con los bóers tras una sangrienta guerra, y los bóers han mantenido su amistad desde entonces.

Respondí que Gran Bretaña estaba dispuesta a poner fin a su relación coercitiva con la India, pero que, en un mundo lleno de peligros, era inevitable que se plantease la cuestión de si podría contar con el uso de las bases y puertos estratégicos indios contra el agresor en caso de una guerra defensiva. Si se planteara el tema sin ánimo mercantilista, ¿sería afirmativa la respuesta india?

--Los ingleses deberían aprender de los brahmanes y no de los banianos. Debería explicar que el baniano es el comerciante, o como diría Napoleón, el tendero. El brahmán es un hombre lo suficientemente inteligente como para poner lo espiritual por encima de los valores materiales de la vida.

“Un novelista de Gujarat escribió que los ingleses son soldados y brahmanes, pero no banianos. Se trata de un veredicto generoso, pero equivocado. Los ingleses aún tienen que evolucionar hacia el espíritu de los brahmanes. Hasta los soldados británicos son calculadores y regatean como los banianos. No logran alcanzar el tipo más elevado de valor. Aún acaricio la idea de que los británicos acaben respondiendo al espíritu indio de la no violencia. Como creador de este movimiento, sé lo que ha significado para el mundo. Ese espíritu es lo más importante en la vida. Siento que es mi responsabilidad ayudar a mis hermanos a no degradarse a sí mismos por medio de las negociaciones. Si usted y yo pudiésemos ascender a ese estado moral, ningún riesgo podría alarmarnos. Es probable que muchos miembros del Congreso no compartan mi opinión y estén dispuestos a discutir una alianza hoy mismo. Sin embargo, la independencia debería ser gratis como el aire. No regateemos con ella.

En respuesta a una pregunta posterior, sobre si tras la ratificación mediante tratado de la independencia india sería posible discutir el tema de una alianza de carácter defensivo, Gandhi respondió:

--Cuando India disfrute del calor de la independencia, probablemente se adherirá a un acuerdo así por voluntad propia. La amistad espontánea entre Gran Bretaña y la India se extendería entonces a otras potencias y entre todas mantendrían el equilibrio, ya que sólo ellas estarían en posesión de la fuerza moral necesaria para hacerlo. Desearía vivir 125 años para ver esa visión hecha realidad.

Añadió que confiaba en que una Gran Bretaña amistosa y una India independiente firmasen un tratado comercial mutuamente satisfactorio. Incluso estaba dispuesto a conceder prioridad a Gran Bretaña para la importación de mercancías necesarias para la India.

Mientras hablábamos de Pakistán, Gandhi mencionó que si no se llegaba a una solución por otros medios, estaría dispuesto a someter todo el asunto al arbitraje internacional. Tampoco debíamos olvidar ese recurso si surgía algún problema insoluble entre Gran Bretaña y la India, por ejemplo, en torno al tema de la deuda, aunque él no preveía que pudiera surgir ningún escollo insalvable. Sus últimas palabras fueron que el hombre se crece con las dificultades.

Me marché con la sensación de que había estado conversando con un hombre valiente que tenía valor de creer que la sociedad debe basarse sólo en principios morales. En medio de nuestras preocupaciones acerca de las amenazas militares, él permanece sereno y reitera con fe inquebrantable su certeza de que sólo será posible alcanzar la seguridad cuando los hombres aprendan a tratarse entre sí como hermanos e iguales. Cualquier otro medio será en vano.

 

H. N. Brailsford

 

**Extraído de LAS GRANDES ENTREVISTAS DE LA HISTORIA (1859- 1992)       

Autor: Christopher Silvester

Páginas: 367- 371

Editorial: EL PAÍS / AGUILAR. España

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