Ya
lo decía Aldous Huxley: “La ciencia médica ha avanzado de tal modo en los
últimos decenios, que apenas quedan personas sanas”…
Cuando
un enfermo acude al médico, lo primero que hace es hablarle de sus dolencias y
problemas. Luego quiere que el médico le diga de dónde le vienen sus males.
Cuando le preguntan por la causa, el médico suele explicar que las dolencias
descritas por el enfermo se deben a una serie de trastornos circulatorios –a
una presión sanguínea demasiado baja o demasiado elevada-, a los nervios, al
hígado, a las glándulas o al corazón. Es decir, el médico habla de causas que
no son más que síntomas, pues los trastornos circulatorios y las disfunciones
de los órganos internos no son la causa de la enfermedad, sino un defecto
derivado de ella.
La
consecuencia de que en la universidad no se expliquen las causas auténticas de
la enfermedad es que en la consulta del médico se suele tratar los síntomas,
mientras que no se hace nada para eliminar las verdaderas causas de la
enfermedad.
En
la medicina oficial se utiliza principalmente un tratamiento para aliviar los
síntomas, en lugar de un tratamiento curativo que incida sobre las causas.
Todas
las enfermedades tienen una causa. Todas tienen en común el hecho de no haber
respetado las leyes de la creación. Según sus causas, podremos dividir todas
las enfermedades en tres grandes grupos:
- Enfermedades originadas por la alimentación de la civilización.
- Enfermedades de origen vital.
- Enfermedades originadas por el entorno.
Las
enfermedades de origen vital son
todas las alteraciones cuya causa se encuentra en las circunstancias vitales de
la persona. Aquí juega un papel importante las relaciones interpersonales que,
a su vez, están en función de la educación de la persona y de la concepción del
mundo que resulta de ella…
En
el caso de las enfermedades de origen vital, con mis pacientes, realizaba un
profundo asesoramiento vital. Incidía sobre todo en las dificultades y
tensiones a las que el paciente se creía expuesto. Estos problemas podían
reducirse adoptando otro comportamiento respecto a los demás miembros de la
familia, a las personas con quienes trabajaba y las personas con quienes se
relacionaba socialmente a diario. En el ámbito familiar suelen surgir tensiones
entre padres e hijos y con los parientes que viven bajo el mismo techo. Pero
también una relación difícil con el jefe o los compañeros de labores hace que
el paciente acuda a la consulta, pues esto puede provocarle trastornos
enfermizos.
Conviene
explicarle con paciencia que resulta imposible cambiar a la otra persona, que
cuesta labor y hay que esforzarse para adoptar otra postura ante estos
problemas. En el caso del asesoramiento vital, las medicinas que durante un
tiempo eliminan los problemas no constituyen una solución duradera si no se
explican al mismo tiempo las causas de la enfermedad.
Si
el médico no encuentra remedio a las enfermedades de origen vital, suele
remitir al paciente a un especialista, es decir a un psicoterapeuta…
Sobre
las enfermedades originarias por el
entorno se está hablando mucho últimamente en todos los medios de
comunicación, pero la mayoría de las veces solo se dice la mitad de la verdad.
Pienso, por ejemplo, en la catástrofe de Chernobil, el 26 de abril de 1986.
¿Quién sigue hablando de ese tema? Las consecuencias a las que estamos
expuestos nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos se minimizan
públicamente. También, en este caso, todos los médicos tendrían que levantarse
como un solo hombre y rebelarse contra la industria nuclear y sus
representantes, pues son los médicos quienes tendrán que solucionar los daños
irreparables que, irremediablemente, esperan a la humanidad. Sin embargo, son
pocos los médicos que se manifiestan abiertamente en contra y que están
dispuestos a recorrer tan arduo camino. También en este caso hay que lamentarse
de la insuficiente formación universitaria sobre las causas que producen las
enfermedades.
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Catástrofe de Chernobil. Cortesía de Gerd Ludwig -NGIC |
Los
intereses de la industria nuclear son defendidos por la mayoría de los partidos
políticos e instituciones oficiales. Por esta razón, no cabe esperar de ellos
ninguna información objetiva. Los factores económicos parecen pesar más que los
humanos. Semejante falta de escrúpulos la encontramos en todos los niveles.
Comparado
con todo lo anterior, el conocimiento de las enfermedades originadas por la alimentación de la civilización y la
transmisión de ese conocimiento son aún más pobres. Durante decenios, ni
siquiera se ha considerado que este tipo de enfermedades tuvieran un origen
alimenticio…
Recuerdo
a un paciente de 18 años que fue ingresado hace unos años en mi consulta. El diagnóstico:
Enfermedad de Crohn. Se le había
operado para que tuviera un ano artificial. Después de la primera operación
abandonó sus estudios de cocinero. El consejo del médico que le había tratado
anteriormente había sido: “coma y beba lo que quiera, su enfermedad no tiene
nada que ver con la alimentación”.
No
hay que sorprenderse de que la bebida preferida de este paciente fuera la
Coca-Cola. Incluso se había traído una botella a la consulta, ya que la
“necesitaba”.
¡Enfermedad de Crohn es una típica enfermedad
originada por la alimentación de la civilización!
En
las numerosas enfermedades causadas por la alimentación de la civilización, el
consumo de carbohidratos refinados (harina blanca, azúcar industrial) juega un papel importante. El azúcar puro es quizá
el factor más importante.
Las
enfermedades que tienen su origen probado en la alimentación son las
siguientes:
+El
deterioro de la dentadura, las caries, la piorrea, las malformaciones dentales.
Estas últimas son consecuencia de los malos hábitos alimenticios de la
generación anterior.
+Las
enfermedades del aparato motor, las enfermedades reumáticas, la artrosis y la
artritis, los daños en la médula espinal y las hernias discales.
+Todas
las enfermedades metabólicas, como la obesidad, la diabetes, los trastornos
hepáticos, los cálculos biliares y renales y la gota.
+La
mayoría de las enfermedades de los órganos digestivos, como el estreñimiento,
las enfermedades del hígado, de la vesícula biliar, del páncreas, de los
intestinos grueso y delgado y los trastornos digestivos y enzimáticos.
+Las
enfermedades de las arterias, como la arteriosclerosis, el infarto de
miocardio, la apoplejía y la trombosis.
+Las
defensas deficientes contra infecciones que se manifiestan reiteradamente, como
catarros e inflamaciones en las vías respiratorias, resfriados, pielitis, y
cistitis.
+La
mayoría de las alergias.
+Algunas
enfermedades orgánicas del sistema nervioso.
+El
desarrollo de un cáncer también se debe en cierta medida a los malos hábitos
alimenticios.
Durante
el asesoramiento sobre las enfermedades causadas por la alimentación de la
civilización se ha de dedicar también mucho tiempo al paciente, pues en este
caso sí que puede empezar enseguida a cambiar sus hábitos alimenticios, lo que
no es posible cuando se trata de enfermedades vitales u originadas por el
entorno, que no pueden remediarse de un día para otro. He descubierto que las
personas afectadas por las enfermedades de origen vital deberían cambiar sus
hábitos alimenticios, pues al experimentar una mejoría, el enfermo será más
sensible a los demás problemas vitales que pueda tener…
He
dicho a menudo en tono humorístico: “¿Quién es el mayor enemigo de la salud? La
respuesta es: ¡los médicos!”… El médico debería examinar al paciente como una
unidad de cuerpo, alma y espíritu y debería tener en cuenta las causas que han
dado lugar a la enfermedad…
¿Qué
tiene que hacer un médico cuando no conoce todas estas relaciones porque su
formación sobre las verdaderas causas de las enfermedades, en la universidad y
los cursos especializados, ha sido totalmente insuficiente? Él y su paciente
seguirán desconociendo los hechos, a no ser que les ayude la casualidad. O el
pensamiento lógico. O ambas a la vez.
Cuando
las causas de la enfermedad se deben especialmente a los hábitos alimenticios,
suelo decir a los pacientes lo siguiente: “coma como comía hace un siglo un
campesino”. Con ello quiero decir que, en aquella época, los alimentos se
consumían tal como los producía el campesino, sin que mediara la industria
alimentaria.
La
gente joven de ahora ya no sabe, y tampoco se le enseña en las escuelas, que
hace apenas cien años, el pan integral, las patatas, la verdura, la fruta y la
leche cruda eran alimentos básicos de cualquier familia. Y la carne solo se
comía en domingo. El trozo grande era para el padre, y el resto de la familia
tenía que contentarse con las sobras.
Entre
los alimentos cotidianos no figuraba la carne, pero tampoco el pan blanco, el
azúcar industrial, las tartas y todas las otras sustancias que se consumen exclusivamente
por placer. Hoy estas costumbres han caído en el olvido y han sido sustituidas
por una abundante alimentación, deficiente por demás, compuesta casi
exclusivamente por comestibles placenteros y pocos alimentos auténticos.
En
el siglo pasado una persona consumía al año unos diez kilos de carne. Hoy el
consumo de carne se ha multiplicado por doce. La carne se ha convertido en la
base de cualquier comida, máxime si se cuentan también los embutidos del
desayuno y de la cena.
El
consumo de azúcar ha aumentado todavía más. El azúcar industrial se ha
convertido en los últimos cien años en una sustancia dadora de placer, que ha
provocado la reducción del consumo de pan y de harina. La aplicación de la
técnica en el campo de los alimentos hacia finales del siglo pasado -para
elaborar diversos tipos de azúcar industrial, harina blanca y grasas
industriales- ha marcado el nacimiento de las ya mencionadas enfermedades de la
civilización de origen alimenticio.
El
aumento de los procesos industriales a los que se someten los alimentos ha ido
acompañado por el aumento del número de enfermedades de la civilización de
origen alimentario…
¿Usted
cree que la mayoría de las personas sabe que el azúcar es malo para la salud?
Afirmo
que solo los expertos saben exactamente cómo actúa la “droga dulce” y qué
consecuencias puede tener. Por experiencia sé que solo del 2 al 5 % de los
pacientes tiene nociones sobre las causas de las enfermedades de la
civilización de origen alimenticio. Han descubierto cosas nuevas y han sacado
conclusiones para sus futuros hábitos vitales. Saber no significa lo mismo que
entender…
Por
un lado, la comodidad tiene parte de culpa en que las personas no actúen
correctamente, porque aunque no sigan todas las recomendaciones al pie de la
letra, se siguen sintiendo más o menos bien. Por otro lado, la culpa la tiene
la inconsciencia, esto es, el no ser consciente de que el azúcar comporta, a la
larga, consecuencias muy graves para la salud. Y, finalmente, también tienen
parte de culpa, las queridas costumbres, que no se está dispuesto a abandonar
así como así.
La
salud es un problema de información. Cada día, los medios de comunicación dicen
lo contrario de lo que les aconsejo a mis pacientes en la consulta. ¿A quién le
puede sorprender que duden de lo que yo afirmo? Después está el médico de
cabecera que, por desconocimiento, afirma que no existe relación entre las
dolencias y los hábitos alimenticios, como se ve con claridad en consejos del
tipo: “puede comer tranquilamente todo lo que le apetezca”.
Pero,
además, el factor tiempo dificulta que se vean las relaciones existentes. Las
enfermedades de la civilización de origen alimenticio suelen tardar en aparecer
entre 20 y 30 años. Todos los problemas que conllevan estas enfermedades se
resolverían fácilmente si las consecuencias de los “dulces pecados” se notaran
en el acto. Que el comer cosas equivocadas hoy supusiera estar enfermo mañana.
La única excepción es la caries, que se manifiesta al cabo de muy poco tiempo. Todas
las demás enfermedades antes mencionadas se van desarrollando a lo largo de
años y más años.
Ahora
hemos de preguntarnos por qué hay niños aquejados, ya a corta edad, por
diabetes o el reuma. Los errores cometidos por las generaciones anteriores se
manifiestan ya en la infancia. Nuestros hijos pertenecen a la quinta generación
que consume alimentos industriales, y esta es la causa de que sufran las
consecuencias de una forma de vida no natural a edades cada vez más tempranas…
*Imágenes: Difusión
*Extraído de ¡Azúcar!
Autor: Dr. Max Otto Bruker
Páginas: 42 – 48; 71 - 72
Editorial: INTEGRAL
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