Los hindúes celebran el
nacimiento de Adi Shankaracharya, uno de los sabios más importantes de esta
tradición espiritual. Su imagen, un dibujo que lo representa como un monje
sentado en actitud de prédica, es bastante popular en la India. Y es que la
tradición monástica hindú le debe a este personaje su organización y su
vitalidad. Por eso se le suele llamar el revivificador del dharma.
Además, sus
innumerables escritos se han vuelto imprescindibles para comprender las
doctrinas metafísicas de la India. Por eso, el célebre erudito Ananda
Coomaraswamy le llamó el Santo Tomás de Aquino de la India. Es pues, el mayor
escolástico que ha dado la tierra de los bharatiyas a la humanidad.
Shankara nació en el
sur de la India, siendo hijo de una pareja de brahmines piadosos. Cuenta la
tradición que antes del nacimiento de Shankara, su madre tuvo una visión en la
que el mismísimo Shiva le pidió escoger entre tener un hijo que tuviera larga
vida pero de inteligencia mediocre y otro que brillase como nadie por su
inteligencia, pero con una vida corta. La madre escogió lo segundo, y de ahí la
precoz muerte del gran sabio hindú.
Adi Shankaracharya fue
el intelectual por excelencia, si tomamos esta palabra en su sentido original.
Por ello, nuestro personaje también fue asceta y devoto. Comprendió y expuso la
doctrina asumiéndola como el resultado de una vida ritual y de una moral
radical. Conoció al supremo Brahmán, absoluto, infinito y más allá de toda
forma, pero a la vez adoró a la Diosa, la shakti, el poder divino. Y adoró
también a Vishnú, a Rama y a Shiva. Es por ello que, a parte de sus comentarios
a los libros sagrados como la Bhagavad Gita y los Upanishads, encontramos
cantos e himnos a dioses como Vishnú, Shiva o a la diosa Durga.
Ahora quiero mencionar el aporte más
monumental de Adi Shankaracharya. Me refiero a la organización del monasticismo
hindú, el cual es en la India como una garantía de la permanencia de la
tradición.
El sabio hindú no tiene
equivalencia alguna con ningún grado académico occidental. Ninguna etiqueta o
título universitario, por más prestigio que tenga en nuestros lares se le
compara. El sabio es un jivamukti, es decir, un liberado en vida. Incluso, para
muchos en la India es un avatar de Shiva, un descenso de lo divino al plano humano
con una misión particular.
Y la misión de Adi
Shankaracharya parece que fue el establecimiento de cuatro grandes monasterios
en el territorio de Bharat, con los cuales se estableció un linaje espiritual
que permanece incólume hasta la actualidad. Esta cadena discipular garantiza la
vitalidad y vigencia de la tradición hindú.
Los monasterios,
llamados maths, fueron establecidos en los cuatro puntos cardinales de la
India. Así en el norte fundó el monasterio de Jotirmath, en la ciudad de
Joshimat, en las faldas de los Himalayas. En el oeste lo estableció en la ciudad
de Dwarka, famosa por haber cobijado varios años a nada más que a Krishna, el
avatar de Vishnú. En el sur, estableció el monasterio de Sringeri, en el estado
de Karnataka. Y en el este, el monasterio de Puri, en Buvaneswar.
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Fotografía de Chandrashekhar |
Gracias a la
conspiración de los dioses, tuve la oportunidad de conocer dos de los cuatro
maths. En Jotirmath, se encuentra el templo y la piedra sobre la cual Adi
Shankaracharya solía enseñar. Los monjes siguen cumpliendo las disciplinas.
Desde muy temprano recitan los textos védicos, en sánscrito, la lengua más
antigua de la humanidad. Lo mismo vi en Dwarka, un lugar de peregrinaje y
centro espiritual de primer orden.
Conocí al
Shankaracharya actual de estos dos Maths, Swami Swaroopananda Saraswati. Y
después de varios darsham con él, supe que estaba ante un hombre venerable. Un
sabio, cuya labor incansable, a pesar de su avanzada edad es la de custodiar y
mantener el Dharma hindú. Guru Brahma, Guru Vishnú, Gurrudevo Maheswará.
*Por
Enrique Paz Castillo / Chandrashekhar.
(Abril-
2017)
**Imagen
de Portada: Difusión.
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