En los primeros tiempos, es decir, en los orígenes, los Dioses enviaron a Prometeo para que transmitiera a los hombres las artes y las ciencias.
La nueva generación humana
fue provista así de los medios para sobrevivir en su nueva morada. Pero al poco
tiempo, los hombres se mataban unos a otros, y todos dispersos, se veían como
enemigos entre sí. Ante esta nueva situación, los Dioses enviaron a Hermes, Dios
de la sabiduría, para enseñar a los hombres el arte de vivir, la ética. Así
empezó una nueva humanidad, con las leyes que permitían el gobierno y la
convivencia entre los hombres.
Este mito transmitido
por Platón a la humanidad, nos muestra en primer lugar a la ética como la
corona de las ciencias, pues permite la armonía entre los hombres; y por otro
lado, explica que dicha ciencia puede ser transmitida, enseñada.
Para Platón el gobierno
debe estar en manos de los filósofos, ya que estos encarnan el ideal ético por
excelencia, contemplan el Bien y gobiernan haciendo que todas las partes o
estamentos sociales vivan y gobiernen su vida en vista a este sumo Bien. El
hombre no puede negarse a ser educado éticamente, pues iría contra su situación
natural de ser uno frente al otro, de ser un ser que vive en comunidad, en la
polis. En otra palabras, el hombre es un ser político, porque vive éticamente,
cuida su morada, que son los otros, cuida su polis.
Siguiendo en el mundo
griego, Aristóteles vindicó la obra de su maestro y expuso en su célebre
tratado La Política, la teoría de ésta como vida ética. “La polis, dice, es la
comunidad de familias para una vida perfecta y autosuficiente, es decir, para
una vida bella y feliz. Esta comunidad política tiene por causa, en suma, la
práctica de las buenas acciones y no simplemente la convivencia” (Libro III,
cap. V). Para el Estagirita, la comunidad es un ser vivo, y en ella se alcanza
el fin supremo del hombre. Este es un gran descubrimiento griego: el hombre y
la comunidad se corresponden, por ello, así como el hombre se gobierna a sí mismo
mediante su razón, que es lo más noble de su naturaleza, igualmente un sano
ordenamiento social es aquel en el que los espíritus selectos, llenos de
virtudes intelectuales y morales, dirigen a los hombres hacia el fin supremo,
la felicidad.
Todos los hombres
quieren ser felices. Pero los antiguos partían de una idea del hombre. Ya sea
el espíritu encadenado de Platón o el ser racional de Aristóteles, cuyo privilegio en comparación
de las otras especies es contemplar a Dios, el hombre no es poca cosa. El hombre
ha salido de Dios y su felicidad sólo puede darse cuando el hombre realiza lo
propio de su naturaleza; cuando contempla a Dios. De allí que sentenciara, que
el hombre se supera a sí mismo en la contemplación (contemplatio supra hominem).
Es esto lo propio de la felicidad, el ejercicio y uso perfecto de la virtud
intelectual.
Pero los hombres
persiguen los fantasmas de la felicidad. Como esclavos, buscan la riqueza, el
placer, el honor. Esto engendra desarmonía en la polis. Recordemos que para Platón
el origen de las guerras y de todos los males sociales está en aquellas
tendencias humanas que oscurecen su
elevada dignidad. Como el mito de la caverna, la humanidad permanece ciega y “feliz”
en su cautiverio.
Es por eso que Platón
plantea el gobierno de la casta de los filósofos, los verdaderos filósofos,
aquellos que desprecian el mundo de sombras (dinero, placer, prestigio) y para
ello propone su proyecto educativo basado en la distinción natural de los seres
humanos. Educación, ética y política entonces se confundían para buscar el
ideal de justicia.
Después vino Roma.
Cicerón, teñido de estoicismo, recogió la herencia griega y legó para el
gobierno de la civitas el ejemplo del hombre virtuoso como jefe y guía. San Agustín
retomó la posta, y hasta Santo Tomás de Aquino, vivimos siglos de Cristiandad y
no de cristianismo, es decir, no un culto privado, sino un ordenamiento social,
donde la subordinación del poder temporal a la autoridad espiritual aseguraba
el viejo ideal de la ética como gobierno. ¿Cuándo empezó la decadencia de
nuestra civilización? ¿Cuándo perdió la política su real sentido, lleno de belleza
y espiritualidad? Sin duda, quienes se entregan a tremenda empresa llegarán
hasta el Renacimiento, la Reforma y el Humanismo. Hasta Machiavelli
(Maquiavelo), el padre de la política moderna. De allí a las grandes
revoluciones modernas y el establecimiento de la usura como la verdadera forma
de gobierno. Es decir, el fantasma de la felicidad riéndose de la debilidad
humana. Recordándonos nuestra alma de esclavos; de no poder ser dioses y
contemplar a Dios.
*Por
Enrique Paz Castillo.
“Educación,
ética y política. El zoon politikon (El animal político)”. 2006.
**Imagen de Portada: "La Escuela de Atenas" de Rafael Sanzio.
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