La única sobrevivencia, la única gloria, la única razón de la escritura es
la trascendencia. Y aunque esto parezca demasiado pretencioso, el único mérito
válido para un escritor es aspirar a las alturas. Por eso, no me resulta
extraño que el primer verso de Amórfor de Salomón
Valderrama (2025, Paracaídas
Editores) sea la palabra Elevación: Elevación,
maldición que me contempla / Trastocar en frágiles economías:/Latido,
deslatido, el que me templa/ Firmar, fechar muerte…”.
La poesía de Valderrama se derrama por la hoja con su propia textura: es
autoconsciente de que el soneto se templa en los quiebres, así que no persigue
la rima, sino la fiebre: “Elevación”
(¿acaso evoca el poema de Baudelaire?) significa salirse un instante del eje
mental cotidiano; “trastocar en frágiles
economías” es (creo) escribir, es decir, filtrar: poner en simples palabras
las intensidades del cuerpo & la mente. Y agrego con tono rimbaudeano: “Masturbar bellezas, pulular poesías”.
Por otro lado: “Firmar, fechar muerte…”, parece dar un cierre perfecto a la totalidad
del vuelo.
Tal vez este comentario no es objetivo, sino deviene de mi íntima relación
con el poeta, y me parece pertinente citar lo que publiqué en una oportunidad
en Facebook:
…Un
amigo... hoy debería soplar las velitas de su cumpleaños, pero no podrá
hacerlo. Me refiero al poeta Salomón Valderrama, a quien aún veo en una calle
de Lima, agazapado en el humo eterno de su pucho, esperándome con una
conversación de tres horas sobre literatura y un continuará eterno.
Ribeyro
decía que los amigos son aquellas personas que pueden comprender la música de
tu alma. En ese sentido, la música de nuestras almas (mente dirá un agnóstico;
proceso neurológico, un materialista) vibraban en el mar dorado del poema.
Mi
amigo era un poeta vital y oscuro. Detrás de sus arengas sobre la poesía de
Pessoa, Borges, Vallejo, Hinostroza, Juan Ramírez Ruiz, Varela, Javier Heraud,
César Calvo (en especial el poema Para Elsa poco antes de partir) habitaba su
perfecta soledad.
Hoy
no estás en las calles de Lima, amigo, y yo te recuerdo, regresando a casa
-luego de leer cien páginas de Pobres Gentes en una biblioteca- pensando en que
también debo hablar de otra amiga ausente (Julia Wong) y que hoy tu hermana me
invitó a compartir sobre tu obra el viernes en el Festival de Poesía de Lima.
Hoy
no estás, pero un día cualquiera un niño abrirá tus poemas y en el tejido
estentóreo de tus versos verá su propio rostro.
En
los bares de Lima alguien alza una copa en tu nombre.
![]() |
Salomón Valderrama. Foto: Difusión |
Y es que, aquí mismo, viene la figura del vate; sus tristezas infinitas, su
verbo vehemente, entre humos y cervezas. Sigamos con la reflexión: Escribir
encriptado no implica no decir nada: al contrario, expresa una totalidad
fehaciente: para decir ciertas cosas hay que hilvanar bien el vacío. En Amórfor
se dice más: “Etolizar televisor: Color
endiosado.” Lo que resulta una suerte de totalización del imperio de la
imagen: los colores se vuelven deidades. Siguiendo la senda de Hölderlin o
Martín Adán, se apuesta por el río neobarroco. El problema, como en Góngora o
Baudelaire, es la imposibilidad de habitar cotidianamente las amorfas utopías.
Leamos con pausa sus versos pulidos.
*Por Julio Barco.
**Imagen de Portada:
De Portada del libro "Amórfor" de Salomón Valderrama.
PARACAÍDAS/editores.
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