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Jóvenes Peruanos




La aparición de los jóvenes, por calles y plazas del Perú, protestando contra la clase política, que atentaba contra el orden constitucional, significó un mensaje de fe y de esperanza para el futuro de la patria. 

En estos años de manejo gubernamental democrático, la juventud había tenido una participación casi gregaria en las actividades de carácter político. El pequeño sector captado por los partidos, solo servían para llenar el cupo y tampoco cumplieron rol trascendente. 

Recién saltaron a la plataforma de la política nacional y se convirtieron en actores decidentes, a raíz del proceso de vacancia del presidente Martín Vizcarra. 

Fueron ellos, los jóvenes, quienes pusieron el freno a la peor clase política surgida en el Perú y que fatalmente aún siguen enquistados en estratégicos cargos de los poderes del estado. Gracias a la juventud, se evitó que los poderes Ejecutivo y Legislativo cayeran en manos de la corrupción; hecho sistema en nuestra patria. 

Quizás, a muchos peruanos, el tema político les resulte ajeno a sus intereses; ingrato; y hasta detestable, pero la política no solo es parte de sus vidas, sino que, es vital para la calidad de su existencia. El sacudirse y librarse del quehacer Político ha servido para que, en el Perú, la clase dirigente use el poder con fines ilícitos y protervos. 

Jóvenes protestando
Foto: Cortesía de Matheus Montejo



En la actualidad casi todos los mandatarios de la Nación, se encuentran comprometidos en actos de corrupción. Gobernantes regionales, alcaldes, jueces, militares y funcionarios de todos los niveles encaran procesos por graves delitos. Gobierno y política, en nuestro país, han sido vilmente degradados.  

Baste decir que, por efectos de la corrupción, nuestro país, en estos años, ha estado muy cerca de convertirse en Narco-Estado, o, en la inmensa cueva de “Alí Babá”. 

Para tener una idea de nuestra realidad problemática, tendríamos que enfrentarnos, mirando en retrospectiva, a nuestra real historia. No aquella, la historia de mitos, con la que muchos historiadores nos pintaron un país perfecto, sino la de los gobiernos saqueadores. La de aquellos que, por casi 200 años de República, negaron una educación de excelencia al pueblo peruano. 

La permisibilidad, devenida de la ignorancia e incultura, ha hecho posible que la corrupción se institucionalice en nuestro país. Aquel tango argentino de 1934, compuesto por Enrique Santos Discépolo, “Cambalache” cae como anillo al dedo: “Hoy resulta que es lo mismo, ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro, que un gran profesor…” 

Pero como suele decirse: “La esperanza es lo último que se pierde, o que, nunca se pierde”. En ese sentido la reacción de los jóvenes, en los sucesos de la vacancia presidencial, despierta el interés de nuestra sociedad y nos lleva a entender que la patria puede estar herida, pero no muerta. Que hay una juventud que, ahora, se levanta y rechaza a esa clase política depredadora. 

Generación Bicentenario



El punto en cuestión es que, se necesita establecer, si la reacción de los jóvenes en esos días turbulentos de noviembre, corresponden a una decisión compartida por la “Generación del Bicentenario” para participar, en lo sucesivo, en la vida política del país, o es solo un gesto, una postura, producto de la ira contenida o del hastío ante tanta corrupción. 

Quedó claro, para los peruanos con memoria, que los jóvenes se organizaron e irrumpieron en calles y plazas por decisión propia. Dueños de su tiempo y con las armas de la tecnología, de la revolución digital, supieron convocarse a nivel nacional y realizar una protesta jamás vista en estos lares. 

Es evidente que se vienen horas difíciles para el Perú y la juventud, que le aseguró al nuevo presidente Francisco Sagasti, que estarían vigilantes, puede ser la estratégica fuerza para el cambio, desarrollo y progreso. Los jóvenes tienen la palabra. AMÉN. 

epesquerre@gmail.com 









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