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“Aquí no hay más cómplice que tú y yo;

tú por opresor, y yo, por libertador, merecemos la muerte.”

.-Respuesta de Túpac Amaru al Visitador Areche,

cuando este quería que delatara a sus cómplices.-

 

Entre los personajes representativos de la historia político-social del Perú, Túpac Amaru destaca por su calidad de caudillo popular. Su figura es excepcional. Pocos líderes en nuestro país han sido capaces de captar el verdadero interés profundo de las masas, cuyo instinto es intuitivamente certero para reconocer a sus grandes y auténticos conductores. Su valor aumenta si recordamos su característica contribución por tratarse de un suceso anterior a la Revolución Francesa –que tantos otros movimientos propició- cuando todavía la revolución separatista estadounidense estaba en plena pugna y su influencia era casi inexistente en el Virreinato peruano.


José Gabriel Condorcanki Noguera Túpac Amaru, nació en Surimana, pueblo perteneciente a la provincia de Tinta o Kanas y Canchis en la región Cusco, el 19 de marzo de 1738.


Descendía en línea directa femenina de doña Juana Pilcowaco, hija del último Inca Túpac Amaru, ajusticiado por el virrey Francisco de Toledo en la plaza cusqueña del Wacaypata el año 1572. Doña Juana pasó en compañía de sus tutores a Tinta y contrajo matrimonio con don Diego Felipe Condorcanki, efectuándose el entronque con la rama imperial incaica.


Existe una Genealogía, fundamentada en testimonios y convincente cronología, que prueba su legítimo origen noble.


A los diez años más o menos, ingresó en el colegio de Caciques del Cusco. Tendría poco más de 20 años cuando contrajo matrimonio con doña Micaela Bastidas Puyucawa (25-05-1760), de cuya unión nacieron 3 hijos: Hipólito (1761), Mariano (1762) y Fernando (1769).


Entre sus viajes por negocios y su interés por conocer a los hombres, costumbres y situación del país, pasó un lapso inadvertido hasta que en 1766, reclamó su reconocimiento oficial de Cacique. Como herencia había recibido un considerable número de mulas y caballos, con los que se dedicó al transporte de mercaderías, ganando el mote de “arriero”, dado por algunos peninsulares (españoles nacidos en España) mordaces.


Túpac Amaru - ´Óleo de Mariano Salazar


Sobre la persona física y espiritual del caudillo, su sociabilidad y maneras, han quedado diversas versiones. Un anónimo de la época dice de Túpac Amaru: “Tenía Majestad en el semblante, y su severidad natural pocas veces se explicaba con la risa. Parecía que aquella alma se hallaba de continuo retirada en su propio seno… y siempre ocupada de grandes asuntos”. 

Testigos de la época han descrito su persona física, sus maneras de vestir y detalles que permiten reconstruir su efigie. Era hombre más bien alto, robusto, muy blanco para indio y muy oscuro para español, de ojos grandes, mayores que los hombres Quechuas. Por lo común, cuando estaba en el Cusco, vestía como un elegante señor de la época. En sus maneras era cortés y educado, aunque presto al rechazo de los impertinentes. Las autoridades lo acusaron siempre de ser un hombre orgulloso e incapaz de sufrir sus justas reprimendas.


Cuando el cuatro de noviembre de 1780 se produce el levantamiento del caudillo de Surimana, indios, negros y mestizos siguen al líder, aunque los indios se dividirán al compás de intereses personales de sus Caciques adocenados…


Túpac Amaru descubre en sus gestiones pacíficas ante los Corregidores de Tinta y el Cusco y ante el Virrey y la Audiencia, que la justicia solo estaba vigente para los privilegiados (españoles peninsulares y criollos) y sus clásicos “clientes” sumisos (parte de los mestizos y los nobles indios). 

Descubre entonces que, en Lima, los Oidores sustituyen a los Corregidores, mientras el Virrey hipócritamente se lava las manos, que en la Ciudad de los Reyes solo parecía existir una cínica burla, un constante escarnio a la justicia. 

Sin embargo, la otra cara del problema aparecerá con ocasión de sus provechosos contactos con prominentes miembros del grupo criollo renovador, impacto ideológico que modificará y perfeccionará sus puntos de vista. Aquí aparece el Clero defendiendo al Rey y a la vez sus privilegios pontificios, salvo algunos representantes del bajo clero que se arriesgaron decididamente en pro de la causa tupacamarista.


Las gestiones ante los tribunales reales tienen un doble y lógico punto de partida, Túpac Amaru comienza su cruzada con ocasión de litigarse el derecho de los indios de Tinta a ser eximidos de trabajar en la mita de Potosí, el gran mineral que alimentaba a la monarquía. Servirla estaba contra toda ley, porque Tinta se encontraba fuera de la jurisdicción legal de aquel gran centro minero. Sin  embargo, esta ilegalidad estaba defendida por argucias tinterillescas. Por ejemplo, el Visitador Areche reconocía los argumentos del litigante pero le observaba que su manera de solicitar pecaba de inadecuada.


Estaba invalidada por mínimos reparos formales. En consecuencia, no quedaba al Cacique sino retornar a su lejano lugar de origen y esperar para fecha indefinida la expedición de un fallo dudoso. De esta manera, la justicia real aparecería en toda su injusta farsa.


Por otra parte, Túpac Amaru reclamaba con energía constante su fuero de legítimo noble incaico. Comprende que para poder defender a sus hermanos de raza, aparecía como una ineludible necesidad poseer cierta dosis de poder. Por eso sería neurálgico que él mantuviese su puesto de Cacique de Pampamarca, Tungasuca y Surimana, lugares desde donde su acción en defensa del indio sería efectiva. Al luchar por sus privilegios, defendía simultáneamente su capacidad a hacer algo positivo a favor del pueblo colonial.


Esta predominante adhesión del pueblo permitirá a Túpac Amaru arriesgarse a promover una violenta insurrección, de típico corte social, a pesar de no contar con un mínimo de armas necesarias, ni tener jefes adiestrados en el arte de la guerra, careciendo de dinero suficiente, yendo contra todo y contra todos, con este característico perfil de los levantamientos de grupos humanos oprimidos que no pueden seguir sufriendo ya la cotidiana explotación de sus opresores.


Túpac Amaru toma preso al Corregidor Arriaga en Tinta - "Historia General de los Peruanos"


Cuando se produce su rebelión armada, Túpac Amaru busca extender la prédica proselitista. Su Epistolario y sus Bandos constituyen una prueba de sus tretas estratégicas, más acá de todo interés circunstancial. El mayor elemento de temor del caudillo será la interna división que ve alzarse entre indios y mestizos y en cada una de dichas castas. Por eso, su lenguaje es conciliador y llama a los criollos que acepten su movimiento y hasta a los peninsulares que lo siguiesen de hecho, en sus campañas. Al ejecutar un zambo libre al Corregidor de Tinta, Antonio de Arriaga, los Esclavos se unen al movimiento.


Esto determinará la publicación de su Bando de Libertad (16-Noviembre-1780), documento brevísimo pero fundamental para la historia social del Perú, declaración ejemplar que San Martín y Castilla repetirán ignorando su precedente. La victoria de Sangarará incrementa la participación de las castas explotadas.


Aún después del grito rebelde, Túpac Amaru actúa con sagacidad. Sus escritos son moderados y contrastan con su actuación plena de golpes audaces. No desea asustar a nadie con palabras, atrayendo a las masas mediante acciones convincentes.


Su meta clarísima es el triunfo de la justicia social. Tal actitud, de resonancia hispanoamericana, persiste hasta el levantamiento del cerco del Cusco, al pasar el caudillo de la ofensiva a una posición defensiva.


Su táctica hasta ese momento será el sondeo. Pedirá al Visitador Areche cosas circunstancialmente inaceptables para el Virrey y el monarca español: que los Corregidores sean sustituidos por los Alcaldes Mayores, que los indios de Tinta sean eximidos de trabajar en la temida mita de Potosí, lo que envolvía un general pedido de mejores condiciones de trabajo para los trabajadores mineros (y también de los Obrajes, es decir en favor de los textiles) cuya situación era agobiante; que la administración de justicia fuese mejorada y se aumentasen sus insuficientes tribunales, para lo que planteó la creación de una nueva Audiencia, cuya sede estaría en el Cusco; que a los nobles incaicos auténticos se les reconociese la plenitud de sus fueros y privilegios, como a todo noble de origen europeo o americano. Los pedidos lógicos y justos de Túpac Amaru no fueron escuchados por la Corona de aquel momento…


 


El improvisado ejército popular de Túpac Amaru, tuvo esforzados jefes. Los principales capitanes que obedecían al caudillo, fueron leales y abnegados. Ningún jefe indio traicionó al abanderado de la rebelión. Por intermedio de ellos él llevó su acción, de manera constante y paralela, a las diferentes provincias del Obispado del Cusco: Abancay, Aymaraes, Cotabambas, Paruro o Chilques y Masques, Chumbivilcas, Tinta o Kanas y Canchis, Quispicanchis, Calca y Lares, Urubamba, Paucartambo, Carabaya, Lampa y Ázangaro, pasó a distintas jurisdicciones virreinales y trascendería a los otros territorios sudamericanos. Pero entre los subalternos “mistis”, dos vendieron al caudillo (Francisco Santa Cruz) y a doña Micaela Bastidas (Ventura Landaeta). Hubo un jefe negro que fue ejemplo de lealtad y valor (Antonio Oblitas).*


-El primer encuentro en Sangarará el 18 de noviembre, significó una clara victoria rebelde.

Este hecho fue crucial pues simultáneamente demostró la fuerza y la debilidad de la rebelión: la población campesina seguidora de Túpac Amaru desplegó iniciativas propias que la dirigencia no estaba en capacidad de contener. Hubo masacres de blancos y la iglesia del pueblo quedó destruida.


El Cusco estaba desguarnecido y los rebeldes impusieron un cerco en su entorno. La ciudad imperial de los incas bien podía servir de tribuna para una empresa de recuperación de la autonomía política. Sin embargo, y pese a los consejos de sus allegados (entre ellos, su esposa, Micaela Bastidas), Túpac Amaru decidió no tomar la ciudad, actitud que tal vez pueda explicarse por la necesidad de proteger a sus aliados en el Cusco ante masa indígenas que no diferenciaban entre los españoles penínsulares y los americanos.


Micaela Bastidas y Túpac Amaru - Óleo de Bruno Portuguez


En vez de ello, las fuerzas rebeldes tomaron la ruta del Collasuyo. El 9 de diciembre ocuparon Lampa y el 13 Azángaro. Siguieron  otros pueblos, como Coporaque y Yauri. La rebelión crecía. Hacia fines de diciembre se había propagado por Arequipa, Moquegua, Tacna y Arica. En el propio Cusco nuevos lugares se incorporaban al bando insurgente (Calca, Pisac, Yucay, Lares y Urubamba).


La incursión en tierras sureñas amplió la geografía rebelde, pero permitió que las fuerzas realistas cusqueñas se recuperasen y lograsen manejar políticamente la situación. Una hábil negociación con los curacas de la comarca posibilitó dividir a la población indígena. Estas ya clásicas alianzas dieron al bando español una base social tan importante como la que manejaba el cabecilla rebelde, pues cada curaca arrastraba tras de sí a una población que terminó, así como en otras oportunidades antes y después, luchando en favor o en contra de causas ajenas.


Ante el fortalecimiento del Cusco, Túpac Amaru volvió sobre sus pasos. El 28 de diciembre estaba en el cerro Picchu. La ciudad fue presa del pánico, y aunque los sectores criollos estaban dispuestos a entregar la plaza, tampoco entonces se decidió el caudillo a entrar al Cusco. Planteó en cambio la rendición de la ciudad ofreciendo proteger los intereses criollos.


Entre tanto, los aprestos en Lima no tenían esas vacilaciones. El virrey Agustín de Jáuregui y el visitador Areche preparaban sus tropas. A mediados de diciembre salió el propio Areche con fuerzas nuevas y se envió al Cusco fusileros negros y mulatos con la clara intención de evitar el “contagio”.


Túpac Amaru tuvo que abandonar su posición expectante cerca del Cusco, pues las fuerzas realistas –en realidad las tropas de los curacas realistas- lo obligaron a replegarse. Ya el peso de la rebelión recaía más en las provincias del sur.


Areche llegó al Cusco el 23 de febrero con un ejército estimado en más de 17 mil soldados. En marzo salieron a combatir, confiando principalmente en las fuerzas de los curacas leales y en las traiciones que podían producirse entre los colaboradores cercanos de los rebeldes.


Túpac Amaru obtuvo algunas victorias sobre los curacas realistas (Pucacasa y Cusipata), pero a fines de marzo sufrió las primeras derrotas importantes. En Llocllora fue vencido por Pumacahua, su más temido rival. A principios de abril, el mismo Pumacahua infligió una nueva derrota a las huestes rebeldes en Mitamita.


Esta situación fue capitalizada por el ejército realista dirigido por el mariscal Del Valle. Pese a sus esfuerzos, Túpac Amaru no pudo retomar la iniciativa. El 5 de abril fue fatal para el líder andino. Derrotadas sus fuerzas, tuvo que escapar.- **


*Uno de los lugares donde tocó Túpac Amaru durante su fuga fue el pueblo de Langui. Aprovechando de su excesiva confianza lo apresó un partidario suyo el mestizo Francisco Santa Cruz. Otro de sus capitanes, también mestizo, llamado Ventura Landaeta, capturaba a doña Micaela Bastidas y a sus hijos Hipólito y Fernando.


De inmediato los prisioneros fueron enviados al Cusco, en donde Túpac Amaru entró sobre una mula cargado de  cadenas. Entre la curiosidad malsana y el temor depositados junto con sus acompañantes en el antiguo colegio de jesuitas. De inmediato comenzó el proceso a cargo del oidor Matalinares. El visitador Areche hizo comparecer repetidas veces al cacique vencido. Cargado de cadenas, Túpac Amaru era humillado con saña y torturado continuamente, escuchando las falsas promesas de aminorar el castigo si delataba a sus cómplices y simpatizantes. Como el prisionero se negaba  a responder, ordenó que trajesen a vecinos distinguidos del Cusco, repitiendo con monotonía sus exigencias y promesas. 

Asqueado Túpac Amaru de tanta bajeza le contestó despreciativo la histórica frase: “Aquí no hay más cómplices que tú y yo, tú por opresor, y yo por libertador, merecemos la muerte”.


La actitud ejemplar del prisionero al no delatar a sus partidarios unida a la acusación de haber querido sobornar a sus centinelas, dio pretexto para extremar los castigos…


Ya el 2 de mayo la salud de Túpac Amaru estaba muy quebrantada y fueron acelerados los trámites judiciales.


El fallo fue expedido el 15 de mayo de 1781 y la sentencia llevada a cabo tres días después. El 18 de mayo, un día viernes… se cumplieron las ejecuciones.


En el centro de la gran plaza del Cusco se encontraba una horca… Los reos salieron metidos en zurrones a la cola de caballos aparejados, en compañía de sacerdotes y milicianos. 

Llegados ante el lugar del suplicio ingresaron en forma sucesiva. Berdejo, Castelo, Bastidas y el negro Oblitas fueron ahorcados en forma corriente. Igual pena sufrieron Hipólito, hijo mayor de Túpac Amaru y su anciano tío Francisco, con el añadido de cortarle la lengua.  A la cacica Condemayta le dieron garrote… 

Llegado su turno, doña Micaela subió al tablado y “no desmintiendo en aquel trance su entereza se resistió a sacar la lengua, que hubo de cortarle el verdugo después de muerta”… 

Entonces le tocó el turno al caudillo. Conducido al centro de la plaza, se le cortó la lengua, fue colocado entre cuatro caballos, sujetos a las extremidades del reo por la cinchas. Terminados los preparativos oyose una señal y los jinetes partieron a cuatro puntos señalados en el infinito, aunque no pudieron avanzar más allá porque la fortaleza física del condenado resistió el sacrílego intento de fragmentarlo.


El pequeño Fernando agobiado por el peor espectáculo, dio un grito tan lleno de miedo externo y de angustia interior que por mucho tiempo quedaría en el oído de aquella gente. 

Entonces el visitador Areche mandó decapitar a Túpac Amaru. El menor Fernando fue pasado por debajo de la horca y condenado a perpetuo destierro en África. 

Los cuerpos de Túpac Amaru y de doña Micaela Bastidas fueron quemados y sus cenizas arrojadas al río Huatanay. La cabeza y las extremidades del caudillo así como parte de las de doña Micaela serían expuestas en diferentes lugares del obispado del Cusco para escarmiento perpetuo de los rebeldes…


Túpac Amaru -Óleo de Etna Velarde


Túpac Amaru, el caudillo epónimo, representa un hito en la historia del pueblo peruano e hispanoamericano. Túpac Amaru es el precursor de la auténtica justicia social y de su independentismo colectivo, es decir es un abanderado de la independencia plena que el Perú en este momento reclama y activa. Su grandeza de precursor está en que siendo un frustrado libertador fue un auténtico revolucionario, ya que como ninguno quiso cambiar las estructuras de su época histórica.*


Las implicancias de la rebelión fueron trascendentales. En  ella fallecieron cerca de cien mil personas, ocasionando un nuevo colapso demográfico que afectó las actividades productivas del sur andino.


A raíz de la rebelión, Areche ordenó suprimir los curacazgos reemplazándolos por los alcaldes de indios; prohibió el uso de trajes incas (uncus, yacollas, mascaypacha), mandó destruir los retratos de los incas, prohibió escritos quechuas (teatro incluido), pututos, trajes de luto. Prohibió asimismo a los indios firmar como incas e impuso el uso del castellano. **


Sin embargo, Túpac Amaru, precursor de la Independencia del Perú, ya había sembrado las semillas de rebelión contra la opresión y lucha por la libertad, no solo en el Perú; sus acciones trascendieron a todo el continente e impactaron y nutrieron las ideas de libertad.

Los tiranos colonizadores dispusieron de su vida, se deshicieron de su cuerpo, pero sus ideas de independencia quedaron impregnadas en la mente del pueblo, de indígenas, mestizos,  gente de raza negra, criollos y peninsulares…


 

…Lo pondrán en el centro de la plaza,
boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros.
A la mala tirarán:¡Y no podrán matarlo!

Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Querrán descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Al tercer día de los sufrimientos
cuando se crea todo consumado,
gritando ¡LIBERTAD! sobre la tierra,
ha de volver. ¡Y no podrán matarlo!

 

 “Canto Coral a Túpac Amaru, que es la libertad”

Alejandro Romualdo.

 

 

 

*Carlos Daniel Valcárcel.

Extraído de Historia General de los Peruanos

TOMO III

Páginas: 15 -29

Ediciones: PEISA

 **Francisco Quiroz Chueca.

Extraído de  Historia del Perú

Páginas: 696 -697

Editorial: LEXUS

 ***Imágenes: Difusión

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