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Revista Arquetipo


Nuestra Voz Persiste es un intento por develar aquello que la historia oficial ha ocultado sobre cómo se vive el género y la sexualidad en el Perú. Es un estudio nutrido de 772 historias recolectadas en seis regiones del país…


Nuestra Voz Persiste aun a pesar de la violencia, opresión y estigmas que millones de personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales y queer (LGBTIQ) enfrentamos, resistimos y esquivamos a diario en un país como el Perú. Persiste a pesar de los cientos de años de colonización impuestos sobre nuestros cuerpos y territorios originarios, pretendidamente disciplinados bajo el mandato compulsivo del binarismo heterosexual. Persiste a pesar de la persecución deshumanizante que nos trasformó primero en sodomitas y luego en enfermas y criminales. Persiste a pesar de los fundamentalismos que nos convirtieron en objeto de exterminio durante el conflicto armado interno y también hoy, en cada alocución salvadora de las viejas y nuevas sectas confesionales. Y persiste a pesar del Estado (garante de derechos), que por omisión ha devenido en el principal responsable de los crímenes de odio, el homosidio y otras formas de violencia que acechan sobre nuestras vidas.


En este itinerario, ¿por qué y para qué dar cuenta de la situación de lxs LGBTIQ en el Perú? Sin duda, por una razón elemental: a pesar de los esfuerzos realizados desde diversos espacios LGBTIQ (y de sociedad civil), todavía se desconoce cómo opera la violencia y las condiciones estructurales que niegan nuestra humanidad y el derecho a vivir plenamente. Se desconocen cuáles son los mecanismos y dispositivos de violencia que —en sus distintas formas y niveles— naturalizan la heterosexualidad obligatoria, al mismo tiempo que invisibilizan el manto punitivo del estigma que impide el reconocimiento del sujeto marica. Este desconocimiento/ silenciamiento no es casual, sino el resultado de un conjunto de estrategias de opresión desplegadas desde el centro más conservador de América Latina, el Perú. Aquí, el Estado, formalmente laico, es profundamente confesional y la elite política parece más preocupada en negar derechos antes que en afirmarlos y promoverlos.


Frente a este silenciamiento, el Diagnóstico de la Situación de Personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Intersexuales y Queer en el Perú se constituye en un alegato crítico, no neutral, que devela y denuncia la opresión del binarismo sexo-género. Este alegato es posible porque —más allá de las convenciones de rigor académico— el diagnóstico reivindica para sí un lugar de enunciación marica, transfeminista, que “cuestiona la naturalización del sexo biológico y los límites binarios entre masculinidad y feminidad” y visibiliza un nosotrxs polifónico de disidentes sexuales que resisten y luchan cotidianamente contra los mandatos hegemónicos de la heteronormatividad.


Este alegato se construye de forma colectiva y en un proceso abierto al diálogo y al intercambio entre lxs investigadorxs del colectivo No Tengo Miedo, lxs responsables regionales de la investigación (Lima Norte, Lima Sur, Lima Este, Callao, Arequipa, Junín, La Libertad y Loreto) y, finalmente, la comunidad LGBTIQ con sus 772 historias. Destaca el hecho que lxs investigadorxs del colectivo, así como lxs responsables regionales, son al mismo tiempo activistas comprometidxs con las luchas del movimiento LGBTIQ, condición que ha facilitado el desarrollo de un vínculo de confianza y empatía con quienes compartieron los testimonios de experiencias que marcaron sus vidas.


El diagnóstico nos permite conocer la situación de lxs LGBTIQ a partir de eventos fundamentales para la vida de toda persona, y que en este caso resultan marcados por un hecho transversal: la violencia. Se revela que la amplia mayoría ha sufrido algún episodio de violencia/discriminación en sus vidas (el 87,7% de la muestra), y que esta no es denunciada a pesar de su extensión (el 87,6% de afectadxs no realizó denuncia alguna). Es decir, estamos frente a una realidad donde la violencia que se nos impone se naturaliza y se silencia: solo una de cada diez personas la denuncia.




Esta violencia atraviesa todos los ámbitos de socialización LGBTIQ y tiene como operadores a: tercerxs/desconocidxs (47,7%), la familia nuclear (35,7%), compañerxs (35,5%), amigxs (30,2%), efectivos policiales y de serenazgo/agentes del orden (21,3%), familia extensa (21,0%), educadorxs (20,3%), entre otros. En su estudio previo (No Tengo Miedo, 2014), el colectivo ya había llamado la atención sobre cómo la familia se constituye en una instancia fundamental para la reproducción de violencia hacia lxs LGBTIQ. El presente diagnóstico actualiza esta data y revela cómo es que este espacio, en principio asociado al entorno afectivo y de cuidado necesario para el desarrollo de las personas, se torna en uno de los contextos más hostiles y de desamparo ante la violencia homolesbobitransfóbica. Asimismo, revela cómo las calles y lugares públicos se convierten en espacios de violencia para lxs LGBTIQ, donde una de cada dos es violentadx por personas desconocidas. Estaríamos, pues, frente a situaciones de inseguridad y violencia bastante extendidas y recurrentes que, como en el caso de lo documentado para las mujeres, nos colocaría en un particular estado de vulnerabilidad.


Mención aparte merece lo que ocurre con los agentes responsables de nuestra seguridad, como son los efectivos de la Policía Nacional, del Serenazgo y la seguridad privada; o con quienes son responsables de nuestra formación educativa, lxs maestrxs y docentes. Se evidencia que estos agentes también pueden actuar en calidad de perpetradores y generadores de un clima de inseguridad y temor, contraviniendo a sus mandatos profesionales con el silencio cómplice de las instituciones estatales.


El diagnóstico también aporta un novedoso acercamiento a la situación de los derechos de las personas LGBTIQ que viven en regiones distintas a Lima. Si bien hay situaciones de violencia estructural que afectan al conjunto de lxs LGBTIQ —independientemente de la región en la que vivan—, la data levantada pone en evidencia variantes y matices regionales atravesados por las identidades sexo-genéricas así como por los distintos marcadores sociales que condicionan la vida de las personas.


En el caso de la región Loreto, resulta revelador lo que acontece con el derecho a la educación, a la salud y a la vivienda. De un total de 86 personas entrevistadas (cuyo 50,0% corresponde a hombres cisgénero gays; 36,0%, a mujeres trans; 7,0%, a mujeres cisgénero lesbianas; y 4,7%, a personas cisgénero bisexuales/pansexuales), el 34,9% no concluyó sus estudios escolares. Esta situación es mucho más crítica para las mujeres trans, pues solo una de cada dos estaría culminando el ciclo de formación escolar. Sobre la situación de salud, Loreto reporta el mayor índice de personas que manifiestan vivir con VIH: el 14,0% del total de entrevistadxs. Nuevamente, son las mujeres trans las más afectadas con un 22,6%; seguidas por los hombres cisgénero gays con un 11,6%. En un contexto caracterizado por las bajas coberturas de atención y donde el diagnóstico positivo al VIH suele mantenerse en el clóset, estas cifras son bastante altas y dan cuenta de un nivel de afectación en extremo grave. En forma complementaria, los testimonios muestran que al interior de los hogares el derecho a la vivienda es el más afectado, que este derecho se encuentra mediado por la violencia cotidiana que se ejerce en las familias y que estos eventos de violencia concluyen generalmente con la expulsión temprana de lxs LGBTIQ de sus hogares y familias.


Frente a lo que ocurre en Loreto, el caso de Arequipa parece plantear algunas diferencias probablemente vinculadas al perfil sexo-genérico de lxs entrevistadxs así como a las propias diferencias regionales. La muestra de Arequipa asciende a un total de 96 personas, en donde el 46,9% corresponde a mujeres cisgénero lesbianas; 21,9%, a hombres cisgénero gays; 13,5%, a personas cisgénero bisexuales/pansexuales; y 14,6%, a personas trans y de género no binario. En este caso, el acceso a la educación es amplio, el grado de educación mínimo alcanzado es de secundaria completa, mientras que el 61,5% de la muestra cuenta con algún nivel de formación universitaria (incompleta, completa y de postgrado). Como se explicita en el diagnóstico, este dato revela mejores condiciones para la exigibilidad de derechos, así como una masa crítica próxima al activismo organizado. Asimismo, el estudio revela que el tipo de violencia más frecuente es el que ocurre en el contexto familiar, alcanzando al 41,9% de una muestra de 93 testimonios. A diferencia de lo reportado en Loreto, en Arequipa —dada la muestra mayoritariamente femenina—, parece que la violencia es ejercida para disciplinar y controlar los cuerpos femeninos disidentes desde la infancia y adolescencia.


Estas diferencias (regionales) permiten evidenciar la complejidad y las tensiones que median la experiencia de las personas LGBTIQ en el Perú. Resulta claro que no es lo mismo ser marica en el Pantanal (Callao), en Belén (Iquitos) o en la UNSA (Arequipa). En este sentido, el presente estudio nos coloca ante un nuevo escenario de la investigación y nos plantea al mismo tiempo nuevos desafíos: ¿cómo hacer comparables y explicar estas diferencias regionales?, ¿es suficiente la composición del perfil sexo-genérico para comprender estas diferencias?, ¿por qué la violencia familiar expulsa en unos casos y en otros sujeta/controla?, ¿por qué el VIH se hace visible en unos casos y desaparece en otros? Estas son solo algunas de las preguntas que quedan abiertas a futuras investigaciones.


Sin duda, los resultados y hallazgos del presente diagnóstico son novedosos y nos colocan ante un nuevo escenario en la demanda por reconocimiento ciudadano del Estado. Esto ha sido posible gracias al esfuerzo y tenacidad de un grupo de investigadorxs y militantes originales y rigurosxs que además de proporcionar nueva data sobre la situación de lxs LGBTIQ en el Perú, aportan nuevos enfoques y aproximaciones que refrescan la investigación académica y el activismo social y político. Es resultado también de la confianza y participación de las comunidades LGBTIQ que a través de sus testimonios nos han permitido escuchar una voz condenada por la barbarie; de ahí la importancia que adquiere el título que rinde tributo a Juan Gonzalo Rose: Nuestra Voz Persiste.


 

Jorge Bracamonte Allaín.

Secretario Ejecutivo

Coordinadora Nacional de Derechos Humanos

Lima, noviembre 2016.

 

 

** Ilustraciones de Ibrain Plácido San Martín

*Extraído de Nuestra Voz Persiste

“Diagnóstico de la Situación de Personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Intersexuales y Queer en el Perú”.

Autores:

Malú Machuca Rose,

Rodolfo Cocchella Loli,

Adriana Gallegos Dextre

Páginas: 16 - 18

Editorial: Tránsito

*Extraído de idea.int

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