En una revista
española, de la que hasta hoy no logro explicarme cómo pudo “fugar” de mi archivo, recuerdo haber leído uno de
los enfoques más críticos y agudos de la práctica democrática. En el que, el
autor del artículo, en su afán de establecer responsables de los malos
gobiernos, se ve obligado a afrontar el complejo dilema del poder.
En una democracia bien
concebida, el poder emana del pueblo y, en el obligado ejercicio de ese poder,
el pueblo elige a quienes, en su nombre, decidirán por él.
De tal manera que el
autor, de la crítica que nos inspira, quedó como un fiscal atrapado y sin
salida; sin saber a quién sentar en el banquillo de los acusados.
La democracia,
concebida siglos antes de Cristo, confiere al pueblo, el poder de gobernar. De
allí la sentencia en el célebre discurso de Abraham Lincoln: “Es el gobierno
del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.
Vale también, para el
temario, aquello de que “…Todo pueblo tiene el gobierno que se merece”.
En el Perú los
gobiernos elegidos por el pueblo han ido a la par que los gobiernos de facto.
Solo en estas últimas cuatro décadas, exceptuando el autogolpe fujimorista, se
ha dado una continuidad democrática.
Señalar a la “Educación”,
como una de las causales de esa inestable práctica de gobierno, es válido y
pertinente. Por décadas continuamos ubicados, entre los últimos países del
mundo, en educación. Tampoco es casual, esa escasez educativa y cultural, sino
que deviene de los malos manejos del poder y de quienes fomentaron, por incuria,
el analfabetismo e inmadurez del pueblo.
Estas fiestas patrias,
del año 2024, sorprenden al Perú con más de doscientos años de vida
republicana; con el mismo territorio, en siglos recortado por la ambición de los
países vecinos y un escaso amor propio; con riqueza territorial que sus
habitantes no logran aún descubrir, ni conquistar plenamente; y gobiernos que
no han servido para convertirlo en la potencia que debería ser.
Desde la Proclamación
de la Independencia, hasta la fecha, el Perú registra 63 gobernantes de la nación.
Sin embargo, esta cifra corresponde a 130 mandatos, según registro de la
biblioteca “César Vallejo” del Congreso de la República. Estas cifras, relativamente altas, tuvieron
el común denominador de ser, la gran mayoría de ellos, gobiernos que actuaron
de espaldas a los intereses del pueblo.
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Cortesía de requisitos.pe |
Encontrar una sólida
explicación del fenómeno peruano, obliga a hurgar en un ingrato y lacerante
pasado.
Es que, a la inefable
era de la conquista y esclavitud, hay que sumarle los siglos de república. Más
de dos siglos de vergüenza y de derrota. Con el doloroso estigma de una guerra
que dejó grabada, con buril eterno, la miseria de los gobernantes de esa época.
De aquellos que, mientras nuestros héroes: Grau, Bolognesi, Ugarte, Aguirre, De
los Santos, entre otros, combatían hasta entregar su vida; ellos sostenían una
guerra paralela por el poder y huyeron después de permitir la invasión chilena.
¿Ahora, cómo establecer
el origen de este torbellino de la corrupción que arrastra, mancha al pueblo
peruano y que se ha acentuado en estos tiempos?
Casi a fines de la
década de 1960, las Fuerzas Armadas dieron un inesperado e inusual golpe de
estado contra el gobierno del arquitecto Fernando Belaunde. Se instaló el
autoproclamado Gobierno Revolucionario, liderado por el General Juan Velasco.
Con el gobierno de las
FF.AA. se dieron una serie de reformas que sorprendieron al Perú y al mundo.
Desde 1967, se expropiaron las refinerías de la Brea y Pariñas, de la
transnacional International Petroleun Company; se aplicaron las leyes de la
Reforma Agraria, Comunidades Industriales; y de Educación, entre otras.
Que los militares,
quienes siempre habían respaldado el injusto modelo social, se convirtieran en gestores
de un proceso de cambios estructurales, no parecía caber en el presupuesto
explicativo de nadie.
Sin embargo, ese “sueño
revolucionario de una sociedad mejor realizada y más justa”, no duró mucho.
Antes de los siete años, Velasco fue relevado por sus colegas de armas y
remplazado por el General, Morales Bermúdez, quien inició el desmantelamiento
del “Plan Inca”.
Aquellos que no olvidan
fácilmente el oncenio militar, coinciden en que con la presencia del general
Morales, quien antes del “golpe” fue ministro de Belaunde, surgió la
contraofensiva de la derecha política peruana. Desde el llamado “tacnazo”
comenzó, no solo la demolición del gesto revolucionario de los soldados
peruanos, sino una “reparación y vendetta” de los “Dueños del Perú”.
Las empresas
estatizadas y “manejadas burdamente”, fueron vendidas preferentemente a
transnacionales, sin ningún beneficio para los peruanos. Verbigracia, “Entel
Perú”, a una empresa española.
Y si los trabajadores,
con la “revolución velasquista”, lograron ser incorporados en planillas, por
efecto de la Ley de Comunidades Industriales y también beneficiados con la Ley
de Estabilidad Laboral; a partir de Morales y hasta hoy, han sido reducidos a
CASi nada; locadores de servicio, sin seguro, ni beneficios sociales, etc.
El golpe militar,
liderado por Velasco, a Belaunde, fue un pare a los abusos empresariales; al
manejo insaciable y exclusivista de la riqueza nacional; a la marginación de
los sectores más pobres del Perú, etc. Por ello desde 1975, comenzó la
“enmienda derechista”, o la vendetta insaciable; la que, hasta hoy parece no
tener límites.
Un hito en este proceso
histórico de la política nacional, lo establece las elecciones de 1990. La
derecha política peruana presentó la candidatura, a la Presidencia de la
República, del reconocido escritor Mario Vargas Llosa. Su rival, en segunda
vuelta, fue un desconocido, en ese entonces, Alberto Fujimori. Como es una
constante en el Perú, el “desconocido e inescrutable chinito”, con apoyo del
Apra; los movimientos de Izquierda; y
gremios de trabajadores, llegó a Palacio de Gobierno.
Pero, cómo explicarían,
los analistas, la caída y muerte política de quien ganaría en el 2010, el
Premio Nobel de Literatura. Muchos coincidieron, de que fue fatal para el
candidato anunciar en campaña el “schock económico” para sanear la economía nacional. Fujimori aseguró
que tal medida no sería aplicada en un gobierno suyo; en el poder, él
demostraría que eso fue una falacia más.
La derrota de FREDEMO y
su candidato Vargas Llosa, se convirtió después, en la jamás imaginada victoria
de la “derecha nacional”. Fujimori, quien nunca mostró “plan de gobierno”, ni
equipo técnico; ya como mandatario, armó su Consejo de Ministros con el visto
bueno del Fondo Monetario Internacional y del poder económico nacional. El
primer presidente del Consejo de Ministros, Juan Hurtado Miller, se encargó de
anunciar el famoso “fujischock” y de aplicar el neoliberalismo. Pero fue con el
autogolpe del 92 y la Constitución del 93 cuando, asociados poder económico y
gobierno, instalan una estructura gubernativa y jurídica, para abrir las
puertas, de par en par, a la corrupción. Nació, en parto secreto, el
fujimontesinismo. Se enquistó una mafia corrupta y se comenzó a legalizar lo
ilegal.
Si la constitución de
1993 abre una puerta secreta para escapar del derecho de “imprescriptibilidad”
que tenían sobre sus tierras las comunidades campesinas, en el año 96 Fujimori
expropió más de 180 mil hectáreas de la C.C. Santo Domingo de Olmos, para el
Proyecto Olmos.
Comenzó el festín de
las concesiones espurias. Leyes que surgieron tanto para “eliminar las trabas a
la inversión e inequidades” (Ley 26648); como para que surgieran en adelante
modelos fraudulentos concebidos vilmente por gobernantes, empresarios y
políticos.
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Cortesía de elperuano.pe |
Uno de los casos que
hiere la hermandad y el amor a la patria, se dio con el Proyecto Especial Olmos Tinajones. En el gobierno de Juan
Velasco, dos empresas soviéticas realizan los “Estudios Definitivos” y se
inicia la construcción del túnel trasandino. Fernando Belaunde, llegó a firmar
los Estudios Definitivos. Sin embargo, en el 2006, el gobierno de Alejandro
Toledo, deja sin efecto los Estudios que favorecían a los campesinos y
agricultores de las regiones de Lambayeque y Piura, y crean la figura legal de
la “Iniciativa Privada”, para cambiar con el concesionario Odebrecht el
proyecto original y vender las tierras de los campesinos a las grandes empresas
privadas.
En estas décadas, los
gobiernos elegidos han seguido lo que señala el “Manual de la corrupción”,
hecho para el enriquecimiento de los que llegan al poder gobernante. Y llegan a
utilizar al pueblo, hecho, Ejército; Aviación; y Marina, no para defenderlo,
sino para oprimirlo, y/o enriquecerse.
Esta realidad concreta
plantea el gran problema que debe resolver el pueblo peruano y específicamente la
generación del bicentenario.
*Por
Enrique Paz Esquerre.
**Imágenes:
Difusión.
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