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No estoy de acuerdo con el pronunciamiento de la PUCP respecto a la obra teatral María Maricón. Creo que la razón que dan (mal uso de los símbolos religiosos) es una razón absurda, porque la Virgen María es un símbolo religioso que puede tener tantos significados y resignificaciones como personas hay en el mundo, más en el arte, en donde se espera que haya la suficiente libertad para la creación de metáforas que estimulen relecturas de la realidad que nos hagan reflexionar sobre ella y sobre las personas que interactúan con dichos símbolos. En este caso, entiendo que la obra teatral María Maricón busca explorar relaciones entre género/sexualidad y religión, por lo cual, al menos su título, María maricón, tiene sentido, pues se entiende que dicha obra abordará la tensión que hay entre estas dos dimensiones del ser humano, en muchos casos irreconciliables. Entonces, en términos estéticos, no es un mal uso del símbolo religioso, porque se genera una tensión en la obra.



Comunicado de la PUCP

En realidad, el mal uso del símbolo religioso María se da, según como lo entiende la universidad, porque supone una falta de respeto a las personas (en este caso, pertenecientes a la Iglesia católica). Parece entonces que el símbolo María se ensucia sexualmente al aparecer en conjunto con otro símbolo, maricón, que es un término que identifica a los homosexuales, que, si bien es usado de modo despectivo, también es empleado de modo identitario. Por eso, la frase María maricón puede sacar tanta roncha, por sus ecos y resonancias llenas de tensión. Al respecto, me puse a investigar un poco y creo que es clave saber que, según Goldwaser, en “Vicente Fidel López y la figura del maricón”, la palabra maricón tiene origen mariano, al menos en la obra de Fidel López, que representa el mundo hispano católico en la Edad Media, en donde casi todas las mujeres se llamaban María, y el uso de Mari-con tenía un sentido, más bien, positivo, porque daba cuenta del actuar de una mujer que se mueve en la esfera pública, por eso lo de Mari-con, que se lee como “María llegaría con… “. Por otro lado, Sayers, en “El origen del término ‘maricón’ y su vínculo histórico con la herejía”, plantea que maricón tiene relación con “fagot”, palabra inglesa, de múltiples significados, incluido el de hombre considerado afeminado, pero que también significa un haz de leña para quemar vivas a personas consideradas herejes y también es una figura bordada de un haz de leña que las personas consideradas herejes debían llevar en la manga. Como se sabe, en la época de la Santa Inquisición, la Iglesia practicaba la quema en la hoguera a quien consideraba un hereje, un hombre marcado con el fagot, quien era el “atractivo seductor de larga data de lo transgresor en la cultura cristiana”, que es lo que ahora parece haber sido reactualizado. Quizá si se llamaba María fagot la obra los poco informados conservadores no se daban cuenta y pasaba desapercibida. Entiendo que esa no era la idea, por supuesto.


Si se considera el criterio que propone la universidad para valorar la obra María Maricón, entonces hay muchas obras, y muchísimo más famosas, que le dan ese “mal uso” a los símbolos religiosos, en los cuales la sexualidad aparece vinculada a la religión, como en El exorcista (la famosa escena del crucifijo usado por Linda Blair para autosatisfacerse salvajemente al ser poseída por el demonio) o en Breaking the waves de Lars Von Trier (en las “conversaciones” con Dios que sostiene la protagonista para contar con la aprobación divina y poder realizar las acciones sexuales límite que su esposo le pide), películas que muy probablemente han sido proyectadas en las facultades y salas de la PUCP alguna vez.


Por otro lado, el hecho de que la PUCP haya decidido que no se represente María Maricón dentro del festival de artes escénicas da mucho qué pensar sobre el papel que cumple el arte en la sociedad y la valoración negativa que algunos grupos radicales y conservadores le pueden dar a una ficción al punto de considerarla una amenaza y buscar su censura. En el fondo, se está castigando el hecho de que una obra de arte falte el respeto a las personas. ¡Pero si eso es precisamente lo que debe hacer una obra de arte! Es como si leyeran una obra de arte como quien lee un acta de una reunión, la declaración de los derechos humanos o el catecismo.

Afiche de obra teatral María Maricón

¿Será verdad que una pequeña obra de arte puede impactar tanto y cambiar la forma de pensar de muchas personas? Los conservadores parten de ese presupuesto. Puede ser que sí, como pasó con Werther, obra que fue acusada de estimular la automorición en los jóvenes alemanes del siglo XVIII. Entonces, quizá sería mejor que relean a Goethe, pero no Werther, sino Fausto, para que entiendan que la crisis del cristianismo es una crisis totalmente contemporánea, como ya lo demostró Marshall Berman. La obra teatral María Maricón quizá quería plantear eso mismo o moverse alrededor de esa crisis. ¿Por qué no aceptaron su propuesta?


En lugar de censurar estas relaciones “incestuosas” entre símbolos, deberían haber más espacios de diálogo para comprender sus complejos entrecruzamientos, entender por qué se plantean de ese modo, cuál es la intención y el contexto cultural en el que se produce ese cruce.


María Maricón parece ser una obra típica posmoderna, pues al menos por lo que se sabe de ella, su título, profana elementos sagrados y juega con las tensiones entre sexualidad y religión, dimensiones que tienen un eterno conflicto, muy estratégico para desarrollar una trama, como diría Lars Von Trier. Es un lenguaje y propuesta bastante conocidos y, por tanto, susceptible a desentrañar. Entonces, es evidente que otros factores, como el político-religioso han influido en la decisión de la universidad, que debería ser autónoma en su pensamiento. Aquí hay una clara alianza entre una de las más prestigiosas universidades del Perú, Estado e Iglesia, para homogenizar la opinión que uno puede tener sobre el caso de María maricón. Por tanto, es necesario reflexionar críticamente sobre el asunto, en lugar de aceptar pasivamente.

Comunicado del Ministerio de Cultura "después de".

En mi opinión, así sea una superproducción viralizada, no creo que ninguna obra de arte puede tener la capacidad de transformar la imagen religiosa de María, una divinidad construida desde hace muchos siglos, con gran importancia histórica y sociocultural, y que tiene más fiestas, seguidores y fieles que una pequeña obra teatral ya cancelada que iba a estar muy poco tiempo en escena, pero que quizá ahora pase a la historia como la primera obra teatral peruana que ganó fama sin ser representada, precisamente lo que los conservadores no querían. Entonces, lo que está haciendo la PUCP es una gran performance sobre qué NO hacer para estimular la creación artística en sus estudiantes.


Soy católico y soy de la PUCP, pero la suspensión del festival me resulta un acto fallido y vergonzoso de mi alma mater y, lamentablemente, una oportunidad más de guardar en el cajón más oculto de las palabras que no deben decirse en público a la palabra maricón, un símbolo de tantas resonancias y ecos, más aún cuando se pone en relación con la divinidad (católica, hay que decirlo, no cristiana). Esa relación entre religión y sexualidad se encuentra también, por ejemplo, en el famoso poema de César Moro, homosexual confeso, que inicia diciendo “ANTONIO es Dios”. ¡Y César Moro es un poeta que ha editado la PUCP! Creo que las autoridades de la universidad tendrían que reflexionar y llegar a un consenso muy distinto sobre a quiénes valoran y a quiénes no.



*Por Julio Aldana.

**Imagen de Portada: De Bridgeman Images.

***Imágenes: Difusión.

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