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El poder comunicativo de una imagen “simbólica” fue así entendida desde que el hombre se da cuenta que hay otras fuerzas a su alrededor que se escapan a su control, pero si puede evocarlas  e invocarlas para su manejo. En un principio habría en ello un intento mágico, eventual. (En el “Diccionario de Antropología” de Ch. Inc., la diferencia entre magia y religión se deslindaría, así: “La religión es una actividad social, mientras que la magia es típicamente individual. Los objetivos de la religión son difundidos y universales, mientras que los de la magia son reservados y limitados”. (1969: 406).


Mas, cuando se quiere superar lo aleatorio y eventual del acto mágico y hacerlos perdurables en el tiempo, estas imágenes se desarrollan al compás de una ideología religiosa, la que sólo puede ser transmitida a través de mitos e imágenes, sociedad tras sociedad.


Al ser eventual el tiempo mágico, se podría aseverar que no requería de imágenes que trasciendan esa eventualidad, en cambio cuando se va ordenando un conjunto de ideas religiosas estables en el tiempo se requiere de un templo e imágenes para su trascendencia y esa será base estructural de una religión. Entonces, los cazadores humanos de la región yunga, impresionados por los grandes cazadores de su entorno ambiental, verían en el felino al más poderoso contrincante en sus principales  territorios. El espécimen mayor y más poderoso de los felinos es el jaguar (Felis onza).




También advirtió -el cazador- que existía un ave que podía cazar en los más distantes espacios, en la tierra, en el aire y en el mar y que se desplazaba más velozmente entre estos espacios y que, no competía con él. Esta ave sería la falcónida que conocemos como el “águila pescadora” (Pandion haliaetus). 




Finalmente, vería que en los ríos existía una serpiente (Boa constrictor ortonii) que tenía otras formas de cazar, devorando a sus presas directamente, y, si fuesen piezas grandes se enroscaba y las exprimía hasta matarlas y luego las devoraba.




Esos seres de la naturaleza reunían todos los atributos para sintetizar la idea visible de la fuerza o poder para convertirlos en símbolos. Estos atributos serían los  temas fundamentales en la graficación de su pensamiento, a los que había que verlos como imágenes “sagradas”, como símbolos visibles del poder, del poder físico proveniente de su fuerza.

Además de estos tres seres, existieron otros que hacían un binomio para referir la vida y la muerte y estos eran un caracol y una concha: el “Spondylus” y el “Strombus”. Tanto la “Triada Sagrada” (símbolos que pertenecen al jaguar, al águila y a la serpiente) como la “Biogénesis de la Existencia” persisten en la ideología andina hasta la llegada de los castellanos, quienes seguirán haciendo negocio con el espóndilo, inclusive, adaptándolo a su iconografía religiosa.


Personaje sacralizado por doce serpientes, ocho que salen de su cabeza y cuatro de su cinturón. En su mano derecha lleva un caracol y en la izquierda el mullo. El estar de pie expresa su alta jerarquía y sus poderes en relación con la existencia. Estilo Cupisnique, pero encontrado en Chavín de Huántar.


Según las manifestaciones presentes en la iconografía existente y conocida, sería el jaguar la imagen primaria de su pensamiento religioso y sus rasgos serían transferidos a los otros seres poderosos, para que posean un nuevo nivel simbólico, por ello las águilas sagradas siempre aparecerán con un rostro felínico y, en otro plano menor a las serpientes. Cuando el hombre va adquiriendo mejores nociones de sus propios poderes, los creadores de símbolos también le habrán de adscribir los rasgos simbólicos del felino y así transferir sus caracteres de poderío. Allí nacería la idea de una deidad antropomorfa. Es decir, otro concepto de sacralización y deidad.


Existiendo una esfera religiosa, creemos que al querer transmitir nociones de sacralidad, poder y misterio a la vez, había que crear signos para determinar niveles o jerarquías, caracterizaciones aleatorias. Para lo referente a la “existencia”, para seguir “viviendo” aún después de la muerte, en los actos enterratorios debían estar, el caracol,”conus” y el espóndilo. Más complejo fue tener que representar un ser divinizado, con los mismos atributos.


Los “signos” eran dibujos sintetizados de un rostro felínico o de sus partes, como una boca felínica, los ojos, las garras, etc., inicialmente, y que, más tarde, desarrollarían formas simbólicas más complejas para sacralizar o deificar una imagen, tal es el caso de la “boca simbólica” que a manera de una vagina, en el Formativo, unía los dos rostros principales y daba origen a cuatro serpientes y olas o, a otras partes del cuerpo de la deidad. Era la boca de donde nacerían las otras partes del cuerpo como las alas, la cola, etc. Se valían de los mecanismos anatrópicos (fusión de dos cabezas en un mismo cuerpo) para representar conceptos de DUALIDAD (bipartición), o cuatripartición del universo a comunicar. En el caso de los crustáceos simbólicos, el binomio marino también explicaba muy claramente la dualidad de la vida y la muerte.


De la boca emblemática del pecho del águila, nace la cabeza felínica y de la boca de ésta, nace el pico.


Los estudios del significado del arte chavinense hechos por Rowe (1962-1973) y su relación con las formas, plantean que este es “simétrico”, “repetitivo”; que usa de sintetizaciones metafóricas (Kennings) y que es solucionado con “bandas modulares”, usando la categoría de Dawson (1962). Por su parte, Herbert – Stevens lo define como “una estructura orgánica segmentada de sus elementos, un repertorio analógico y un sistema abstracto, referente” (1972: 127). Asimismo, Macera (1992 conv. pers.) refiriéndose a su frontalidad dijo: “Es un arte cancelatorio, como todo arte religioso. Se muestra hacia afuera y esconde su misterio para mantener su distancia. Es una arte “de la mitad hacia arriba”, porque en todas sus imágenes, la mayor parte de sus signos está en la parte superior. Es como un “vómito sagrado”, si se asocia a la ingesta de alucinógenos. Pero, en estas tres opiniones, deberemos advertir la diferencia de concepción en el análisis y en el hallazgo.




Es deducible que desde finales del Arcaico, la “forma” obedecía a una ideología religiosa con un ser antropomorfo todopoderoso como figura central, cuyos conocimientos calendáricos le generaban poder. Así, manejará ese universo social observando los movimientos de los astros y las estrellas. Para el ejercicio de sus poderes, del jaguar “usará” los atributos de fuerza y ferocidad. También conocía y sabía de los poderes de las falcónidas y ofidios con quienes había competido en la caza.

 

A esos seres representados de forma naturalista, después, se los substituirá por símbolos y alegorías por ser más convenientes para su difusión y ceremonia. Así, la religión mantenía su nivel mágico inicial, quedando los atributos de estos, como garras, colmillos o alas, como constantes simbólicas para semantizar la fuerza destructora de esos seres (¿o viejos dioses?) y, después, representar la inteligencia creadora del hombre, capaz de hacer un mundo controlado por él. Esto explicaría la recurrente y “magnificante” representación del pico, los colmillos, las fauces o las garras. Aún atribuyéndolas al “Huari”, dios-hombre.

 


 

 

*Extraído de Iconografía del Pensamiento Andino

Autor: Cristóbal Campana Delgado               

Páginas: 129- 131

Editorial: Fondo Editorial UPAO- Trujillo, Perú

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