Versos de nuestro poeta
César Vallejo; “Tanto amor y no poder nada contra la muerte”, “Dios mío, estoy
llorando el ser que vivo”, vienen a la mente de cualquier ser humano empático y
observador de tanta injusticia, maltrato y pérdidas de vidas; por el simple
hecho de protestar; y con el valor agregado de protestar en la región de la sierra.
Muchos “periodistas”,
empleados de los “grandes” medios de comunicación peruanos; como siempre, publican
y/o difunden lo que conviene a los intereses de los “dueños” de dichos medios.
Para estos “medios de
información”, si los que protestan son de la región de la sierra entonces son
serranos siendo manipulados por ciertos intereses, si los que protestan son de
la selva entonces son unos salvajes. Y si los que protestan son de la costa,
pero de provincia, entonces igual, son terroristas. Al final, siempre
desestiman las protestas. Todos los que protestan son terrucos; significa que
no tienen alma, qué los maten!
¿Cuántos seres humanos
van muriendo ante la indiferencia de los congresistas, el poder Ejecutivo y los
medios de comunicación?
¿Cuánta sangre más debe
correr en las provincias de este país?
¿Hasta cuándo seguirán
desinformando los medios masivos de prensa escrita y televisiva?
Les quedará, como un
estigma de maldición, el hecho de deshumanizar a su prójimo; el que mucha gente
se desinforme y normalice la matanza de otros seres humanos, alegando que por
protestar cometiendo excesos, está bien que se los mate. Si rompen lunas en su
acalorada protesta, qué les devuelvan balas! Policías con entrenamiento, con
vestimenta especial de protección, con casco, escudo y armas; contra la
población indignada porque siente vulnerados sus derechos.
Las imágenes más
indignas circulan por los medios digitales. Un grupo de policías, para capturar
a una mujer que con la voz indignada y ronca de tanto gritar, tenía una botella
descartable con pintura roja, que usaba como chisguete para “disparar” por
doquier. La capturaron entre un grupo de policías (para una sola persona; mujer
y desarmada, excepto su “arma” roja) y la llevaron alzada de cada una de sus
extremidades, como si fuera un animal. [Y sabían que los estaban filmando, sino
le hubiese ido peor a esta protestante]
Agresiones contra más
mujeres, niños, adolescentes, jóvenes y hombres, también. Policías heridos
“cumpliendo su deber”, es decir cumpliendo órdenes de sus “superiores”… Y,
MUERTE! Muerte de protestantes; muerte de personas quienes no participan en la protesta,
pero, se ven afectadas por ésta; muerte de policías; muerte de ciudadanos, muerte
de peruanos.
El descontento es
tangible y obviamente comprensible. La protesta es un derecho. La indignación
es entendible. Que algunos malos elementos quieran aprovechar la situación; lo
vemos tanto en los pobladores como en los policías, congresistas y funcionarios
del gobierno. Es decir, siempre saldrá gente “que quiera jalar agua para su
molino”. Entonces, no es dable y menos, ético; que se deslegitimice esa voz de
protesta; peor aún, que se quite la vida y el valor de éstas. La vida es
invaluable. La vida de un ayacuchano o cusqueño o puneño o limeño o trujillano
o loretano, tienen el mismo valor.
Mucha “gentita” de la
ciudad capital del Perú, Lima; es de provincia o tiene sus raíces en provincia;
además, eso es ser peruano, un país pluricultural y multirracial. Sin embargo, manifiestan
una tácita o expresiva actitud de desdén, discriminatoria, clasista y racista.
Y a quien señala y/o menciona ello, también lo descalifican.
La realidad es una
sola. Lo que ve el observador, es la imagen tal cual; o ve lo que quiere,
desea, teme o lo que aflora de sus complejos visibles y no visibles.
Lo que está sucediendo
está ahí a la vista de todos: Personas indignadas protestando. Algunas cometiendo
excesos. Un gobierno que desde el inicio deslegitimizó la voz de esa protesta, y
que no consideró respetarlos ni escucharlos. Un congreso que no se da por
aludido (en su mayoría), que solo piensa en sus intereses particulares; y en
cómo sacar provecho de la situación. Medios de comunicación e información
(mayoritariamente) que solo difunden lo que les conviene. Espectadores
divididos entre lo que observan, sienten, razonan; y lo que escuchan decir en
bloque a este “grupo de Lima” (Presidencia y ministros; congresistas y medios
de Comunicación).
Pero “Lima no es el
Perú”. En Ayacucho, Juliaca, Puno, Cusco, Andahuaylas, Apurímac, Arequipa,
Madre de Dios… En la costa, sierra y selva; en el norte, centro y sur hay
muchas voces expresando lo que sucede, una vez más. Y una vez más, el “grupo de Lima” desacreditando esas voces. Más
que eso, intentando apagar esa voz de protesta; sin respeto por los derechos de
los ciudadanos, sin valores, sin ética, sin escrúpulos, sin empatía, sin ningún
remordimiento apagan las vidas de muchas personas. Empero, quedan sus manos
manchadas de la sangre de esos seres, les queda como pasivo ese “estigma de
maldición”.
No obstante, todos
somos peruanos. Sobre todo, todos somos seres humanos. Y la vida de todos importa y es valiosa.
Ni un muerto más!
*Por
Eizo Pinto.
**Imagen de Portada: Pintura del artista mexicano Octavio Ocampo.
**Imagen de Portada: Difusión.
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