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Revista Arquetipo

A lo largo de la historia los hombres vienen atribuyendo la responsabilidad de ciertos fenómenos a ondinas, hadas, gnomos, genios, duendes, pitones, larvas astrales, “poltergeits”… ¿Por qué inventar seres del más allá?


¿Por qué habrían de ser los demonios? ¿Qué provecho sacarían los demonios…?


¿Por qué tendrían que ser los espíritus de los muertos? Si los espíritus de los muertos tuviesen fuerza para realizar estos prodigios, los espíritus de los vivos también la deberían tener. Dicen que los espíritus de los muertos, para actuar, necesitarían de un cuerpo; de ahí la necesidad de un médium. Más fácil será pues la producción del fenómeno para el espíritu del vivo, pues éste ya tiene el propio cuerpo que anima. Además, si el espíritu del muerto necesita del cuerpo para actuar, ¿cómo actúa sobre el cuerpo del médium?...


¿Existen estos fenómenos? ¿Cómo se explican? “No se sabe cuánta superstición hay en la ciencia, ni cuánta ciencia en la superstición”, decía Maximiliano Bell. Los sabios, pronunciándose sin previo estudio, ¿serían tan supersticiosos como los mismos supersticiosos?


Ha surgido una nueva rama de la psicología, la PARAPSICOLOGÍA, que explica todos estos fenómenos. Tales fenómenos (prescindiendo de rarísimos milagros) son fenómenos humanos, de las fuerzas “ocultas” del mismo hombre. Ésta es la conclusión de la parapsicología.


“Parece que todas las ciencias deben pasar antes por los vestíbulos de la superstición”, decía Pierre Janet. El vestíbulo de la parapsicología fue largo y oscuro. En las otras ramas de la ciencia, al final del siglo XIX ya se había pasado a salas bien iluminadas. Se pensaba que el hombre había encendido la luz  en todos los campos de la realidad y que en el futuro la expansión científica se produciría sólo en forma vertical. La expansión horizontal, sin embargo, no había terminado aún. Quedaban en la penumbra los poderes del psiquismo humano inconsciente.


El hombre iluminó la realidad circundante y se olvidó del hombre mismo. “El hombre, este desconocido”, fue el famoso grito de Alexis Carrel. O como decía Conan Doyle, “entre todas las cosas que el hombre llegará un día a comprender, la última será, seguramente, él mismo”.


Los materialistas negaban apriorísticamente incluso la existencia de los fenómenos, considerándolos sin restricciones como meramente existentes en la imaginación de los espiritualistas. Absurda una investigación de lo que no existe. No admitían más poderes en el hombre que los meramente físicos. Tal era, en general, el dictamen de la ciencia oficial de la época… Fue olvidado el hombre…


Cuando la ciencia empezaba, allá por el Renacimiento, e incluso antes de que se demostrasen las explicaciones de las cosas, cuando se descubrían posibles explicaciones y sobre ellas se discutía, los científicos se encontraban con dos posibles causas: unas materiales y otras espirituales. Se hablaba de causas materiales, se hablaba de causas espirituales. De muy buen acuerdo la ciencia empezó a estudiar las cosas materiales, porque son más fáciles. Las puede examinar en laboratorio, cortar, fotografiar, pesar, dividir, analizar. Y las posibles realidades espirituales no las negó: las colocó entre paréntesis para estudiarlas más adelante. Empezó por la tarea más fácil.


Se dio un fenómeno psicológico que, entre los psicólogos, Jung analiza muy bien. Tanto estudiaron los fenómenos materiales que los científicos llegaron a pensar que sólo existía la materia.


Y los científicos poco a poco, por un fenómeno psicológico, casi sin caer en la cuenta, apriorísticamente llegaron a la conclusión de que sólo existía la materia. Pasando a negar todas las realidades espirituales que nunca se dieron el trabajo de estudiar. Con ningún derecho negaban lo que nunca habían estudiado.


Tenían derecho a afirmar la materia porque era objeto de sus análisis, pero no tenían derecho a negar posibles realidades espirituales que nunca estudiaban, pero que pueden (¿por qué negar antes de estudiar?) pertenecer o actuar en nuestro mundo.

Los científicos adentráronse más en su error, apriorístico pero psicológico. Concluyeron que sólo sería metodología científica aquella metodología aplicable a la materia, la metodología tradicionalmente empleada por ellos en el estudio de la materia… Los fenómenos deberían ser repetibles a voluntad, donde se pueda aplicar la estadística matemática, deberían poderse fotografiar, tocar, pesar… Todos los métodos de observación diferentes no serían métodos científicos.


Tal criterio es apriorista: es someter el objeto de estudio al método de estudio, cuando lo científico es someter el método al objeto. Si el objeto que tenemos que estudiar fuese (¿por qué no podría ser?) esencialmente esporádico, espontáneo, irreductible a la voluntad ¿cómo podemos obligarlo a que sea repetible conforme al deseo y que se le pueda aplicar la estadística matemática? Si el fenómeno fuese (¿por qué no?) invisible esencialmente, ¿cómo podemos fotografiarlo? Si fuese (¿por qué no) imponderable, intangible, indivisible… ¿debemos cortar, pesar, analizar sus partes?


No es científico acomodar el objeto al método; es necesario someter el método de observación al objeto de observación. Los científicos psicológicamente habían caído en este error apriorístico, y los racionalistas, en lucha con la Iglesia, se encargaron de fomentar tal error.


Lamentablemente, a finales del siglo pasado, prácticamente todos los científicos eran apriorística e incientíficamente materialistas. Sólo estudiaban la materia y (aquí estaba el error apriorístico) negaban todo lo que fuese o pareciese espíritu o se relacionase con él; incluso se negaban a estudiar estas posibles realidades y a emplear métodos de estudio acomodados a ellas.


Mas, estudiando al hombre, que creían ser sólo materia, los parapsicólogos encontraron el espíritu que no pretendían estudiar. Incluso, con la metodología materialista, a base de estadística matemática, encontraron y demostraron las manifestaciones del espíritu.


¿Qué es la Parapsicología?


Tomamos aquí el término “parapsicológico” como sinónimo de “extraordinario”, “sorprendente”, “al margen de lo normal”, “inexplicable a primera vista”.

 

Las facultades parapsicológicas, consideradas como facultades, son patrimonio de todo el género humano y en ese sentido son facultades normales. Pero su manifestación es privativa de personas especiales o de circunstancias extraordinarias. Por tanto,  el fenómeno, la manifestación de la facultad, es parapsicológico, extraordinario, al margen de la psicología normal o patológica.


El prefijo “para” significa “al margen de”.


Entonces:


“La parapsicología es la ciencia que tiene por objeto la comprobación y análisis de los fenómenos a primera vista inexplicables, pero que presenten posibilidad de ser resultado de las facultades humanas”.


La parapsicología adquiere importancia, por ejemplo, frente a la interpretación popular, frecuentemente errada. Pero la fenomenología es muchas veces real,  parapsicológica. Evidentemente, la posición de los científicos es la de estudiar tales temas antes de negarlos, o afirmarlos o explicarlos. Dando una explicación científica de los fenómenos, la parapsicología ayudará a desmitificar, evitando los peligros e implicaciones negativas de las interpretaciones erradas; traerá al terreno de la ciencia lo que florecía en el campo de la superstición; establecerá los verdaderos límites de la realidad…

 

 

 

*Extraído de ¿Qué es la Parapsicología?

Autor: Oscar Gonzáles Quevedo

Páginas: 10 - 11; 16; 20 - 21; 23 - 24; 26

Editorial: COLUMBA

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